
WonderLIJ: El álbum ilustrado, entre lo literario y lo educacional

Hoy Sonia Antón Ríos trae a WonderLIJ una reflexión sobre el álbum ilustrado, en la que trata de indagar si se encuentra entre lo literario y lo educacional. Para ello, parte de tres editoriales: Liana, Anaya y Libre Albedrío.
Cuando lees algunos hilos de foros o páginas en redes sociales destinadas al libro infantil y juvenil donde padres, tutores y educadores suelen pedir que se les recomiende libros, me llama la atención que casi siempre son peticiones muy específicas: «¿Alguien me recomienda un libro para quitar el pañal?», por ejemplo, pero la lista es extensa: para no tener miedo antes de dormir, para combatir el acoso, para desarrollar la tolerancia a lo diferente, para aceptar los cambios que vienen tras la separación de los padres, para hablar de la muerte o como al principio de la pandemia: para lavarse bien las manos. Los temas son dispares, pero tienen ese nexo común: educar-reflexionar a través de los libros. Por otro lado, están aquellos que se demandan desde profesores que organizan sus cursos por proyectos: libros sobre el sistema solar, tipos de familias, animales y sus ecosistemas, el huerto, las estaciones, la ciudad y el pueblo, los sentimientos, anatomía, etc. Y luego están las peticiones de títulos que fomenten la lectura, que enganchen («que mi hijo no lee nada»), que inviten a leer más… este es otro tema.
Quizá exagero, pero me parece que estas demandas ponen en peligro cierta libertad literaria, provoca que haya títulos funcionales que ocupen los huecos que libros más literarios y creativos deberían ocupar en los planes editoriales.
Porque hoy quería hablar sobre los álbumes ilustrados y la delgada línea que separa estos entre aquellos que buscan lo literario y aquellos que se cimientan en un tema educacional específico. Quizá exagero, pero me parece que estas demandas ponen en peligro cierta libertad literaria, provoca que haya títulos funcionales que ocupen los huecos que libros más literarios y creativos deberían ocupar en los planes editoriales. Para reflexionar sobre este tema, he preguntado sobre el mismo y sobre su labor a los editores de Anaya, Libre Albedrío y Liana.
Supongo que el número de títulos que una editorial publica al año también determina cómo organiza su programa editorial. Es decir, en grandes editoriales se puede separar esta diferencia en colecciones o sellos, libros útiles de libros con intención más literaria. Pero, por lo general, las editoriales tienen que bandear esta dicotomía como se puede, y lo consiguen, por regla general, muchas de las veces eliminando esta barrera y fundiendo ambas intenciones, la educacional y la literaria.
Pablo Cruz, editor de Anaya Infantil y Juvenil y miembro de la Comisión LIJ de la Asociación de Editores de Madrid, me da su opinión: «En álbum ilustrado, es cierto que muchas veces está presente el componente educativo, con temas que a determinadas edades suelen ser muy importantes para padres y educadores. Pero, personalmente, me gusta más tratar esos temas en libros de no ficción, o que estén presentes de manera tangencial en libros cuyo propósito principal sea contar una historia».
«… cualquier buen libro álbum es una invitación a hacerse preguntas, por lo tanto a partir de ahí, con un buen mediador, las posibilidades para hablar de temas educativos, o transversales, son infinitas», Gema Sirvent.
Sobre la línea editorial de Libre Albedrío me escribe Gema Sirvent, su editora, y miembro de la Asociación Álbum: «En mi opinión, lo interesante es que, si un libro está bien hecho, siempre nos muestra algún aspecto interesante del ser humano, de la vida, o una perspectiva diferente que nos hace reflexionar y aprender. Y si le queremos dar una visión más práctica para el aula, por ejemplo, creo que cualquier buen libro álbum es una invitación a hacerse preguntas, por lo tanto a partir de ahí, con un buen mediador, las posibilidades para hablar de temas educativos, o transversales, son infinitas. Aunque también tenemos libros de conocimiento, libros informativos que sí tienen un propósito educativo sobre un tema concreto».
«En ese sentido lo educacional siempre está presente, si nos referimos a ampliar límites y establecer nuevas conexiones. No creo que se dé lo contrario: una lectura que pueda educar sin que genere interés y, en definitiva, placer», Marta Tutone.
En Liana Editorial, también miembros de la Asociación Álbum, lo tienen claro y apuestan por integrar temas educacionales dentro de historias, Marta Tutone su editora concreta: «Un buen libro nos lleva todo lo lejos que podamos llegar con nuestra imaginación, es decir, nos divierte; o nos enseña caminos hacía las profundidades y nos estremece. De esos viajes hacia fuera y hacia dentro, cada vez, volvemos con más fuerza para encontrar nuestro lugar en el mundo. En ese sentido lo educacional siempre está presente, si nos referimos a ampliar límites y establecer nuevas conexiones. No creo que se dé lo contrario: una lectura que pueda educar sin que genere interés y, en definitiva, placer».
Teniendo en cuenta que parece que sí es posible incluir algunos temas más demandados en álbumes –obviamos los libros de no ficción porque se da por sentado–, me preguntaba si hay temas que destaquen sobre otros.
«Personalmente, me gusta que en este tipo de álbumes siempre esté presente el humor, y que haya una historia detrás que lo sustente, para que haya más de un nivel de lectura», Pablo Cruz.
«Es inevitable, dada la demanda del mercado, publicar álbumes de ficción que traten de manera directa ciertas temáticas –apunta Pablo Cruz–. Principalmente, hábitos y rutinas que se desarrollan en los primeros años de vida, como el aseo, el pañal, temas de convivencia, la comida… Pero también temas más profundos, como la muerte o la enfermedad. Personalmente, me gusta que en este tipo de álbumes siempre esté presente el humor, y que haya una historia detrás que lo sustente, para que haya más de un nivel de lectura».
«Lo que ocurre es que la historia no debería crearse únicamente con un “propósito educacional”, porque corremos el peligro de perder la esencia de lo literario», Gema Sirvent.
Sin duda, atender una demanda del mercado tiene sus riesgos si no se tienen las cosas claras. Gema Sirvent advierte de ello, «Lo que ocurre es que la historia no debería crearse únicamente con un “propósito educacional”, porque corremos el peligro de perder la esencia de lo literario.» Y continúa, «ahora se habla mucho de educación emocional, coeducación o formas de evitar el acoso escolar. Creo que no son temas nuevos, la literatura infantil siempre los ha tratado, solo que a través de la fantasía y sin dar una fórmula concreta, una receta para solucionarlos».
Aquí la labor del editor es primordial, pues en pos de cubrir la demanda y alcanzar ventas se puede perder el norte y dejar de hacer libros con calidad y originalidad, con vocación de clásicos futuros, que es a lo que hay que aspirar, y hacer productos de consumo. Afortunadamente, hay muchas editoriales en España cuyos editores gozan de una visión de la labor editorial bien definida.
Marta Tutone nos habla de su forma de trabajar en Liana: «Para mi catálogo busco libros que exploren abiertamente temas actuales, íntimos o no, duros a veces. No es que haya unos temas que no puedan faltar, es más la forma de tratarlos (texto e ilustraciones) lo que me enamora de un proyecto. La ironía, por ejemplo, es una poderosa multiplicadora de lecturas y, por otro lado, también tengo cierta debilidad por los álbumes que juegan con asociaciones inéditas».
Y luego está lo políticamente correcto, algo de lo que hablábamos en cierto modo de forma transversal en el artículo de WonderLIJ sobre libros extraños que se convirtieron en clásicos. Podríamos ver cómo todo esto puede afectar a que libros arriesgados, originales, diferentes y más literarios no lleguen a ver la luz, porque no se cumple una demanda o porque su humor es más corrosivo.
El humor es uno de los elementos más expuestos a la hora de sufrir la queja e incomprensión, por no decir censura…
El humor es uno de los elementos más expuestos a la hora de sufrir la queja e incomprensión, por no decir censura, desde los puristas de lo «políticamente correcto». Aun así y todo, el humor es la mejor herramienta para transmitir aquello que se quiere enseñar, ese enseñar deleitando, a pesar de estar siempre en el objetivo. De hecho, la asociación Álbum adoptó el humor como leitmotiv de las jornadas de este año, un ejemplo fantástico de que desde el sector se toma el humor en serio.
«… en los dibujos animados en televisión hay mucha más libertad a la hora de abordar el humor desde un punto de vista transgresor», Gema Sirvent.
Gema, nos da su punto de vista: «Bueno, supongo que esto también dependerá de cada editor, en mi caso personal, disfruto mucho con el humor absurdo, universal, con esto me refiero a que sea divertido independientemente del país del que procedas, la cultura o la edad. Pero es cierto que a la infancia le atraen los temas escatológicos o hablar de tabúes, y esto es cada vez más complicado en la sociedad en la que vivimos, llena de incongruencias, por ejemplo en los dibujos animados en televisión hay mucha más libertad a la hora de abordar el humor desde un punto de vista transgresor que en la literatura para la infancia, que está sometida a una vigilancia mucho más estrecha por parte del mercado».
«Creo que el libro tiene que respetar únicamente la inteligencia crítica de sus lectores», Marta Tutone.
Quien haya estado en el pellejo de un editor de álbum ilustrado sabrá que no es una labor sencilla, pues son muchas las líneas invisibles que lo intentan constreñir. «Lo políticamente correcto es algo que como sociedad estamos aprendiendo a modular –reflexiona Marta–, pero no puede ser un lastre y, por descontado, la censura nunca trae nada bueno. Creo que el libro tiene que respetar únicamente la inteligencia crítica de sus lectores.»
«… no nos guiamos por lo políticamente correcto, sino por la adecuación de una historia», Pablo Cruz.
Desde Anaya, Pablo comenta otro tipo de complejidad, a causa del target al que va dirigido: «En cuanto al humor en los álbumes ilustrados, no nos guiamos por lo políticamente correcto, sino por la adecuación de una historia (o la manera de contarla) a un lector de esas edades, que está familiarizado con cierto vocabulario, ciertos escenarios, ciertos comportamientos… El humor es especialmente complejo, dado que hay veces que no funciona si el lector no tiene conocimientos previos del tema que se quiere parodiar (por ejemplo, no tendría mucho sentido hacer una broma sobre el Imperio Romano).
De momento parece haber un equilibrio.
En general podemos asegurar que no solo está en manos de los editores el intentar evitar que la literatura infantil se degrade por mero agotamiento provocado por un mercado que a golpe de demandas utilitaristas intenta marcar las líneas editoriales. De momento parece haber un equilibrio. Se luchará por ello, espero, pues como dicen, en el punto medio está la virtud. Pero… ¿hasta cuándo?