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Todo sobre «Diccionaria una»: glosario de palabras nuevas o acepciones de otras ya existentes para nombrar palabras de mujeres

Todo sobre «Diccionaria una»: glosario de palabras nuevas o acepciones de otras ya existentes para nombrar palabras de mujeres

Inés Martínez GarcíaHoy Inés Martínez García se muestra defensora de libros que, pese a no ser reconocidos por los abogados especialistas como plagio han sufrido o están sufriendo un claro «copy paste» por parte de libros de otras editoriales, ya que estos primeros poseen una unicidad o calidad desbordante. En esta ocasión hablaremos de «Diccionaria una», sin recurrir a las personas que lo denostan o que se inspiran en la publicación para lucrarse, sino para realzar un libro que tiene mucho que decir.


Hace unos meses conversábamos con Gema B. Palacios, doctoranda, escritora y presidenta de la Asociación de Genialogías. Ella compartía con Publishnews la noticia del lanzamiento de Diccionaria una, un glosario que recopila términos para realidades femeninas para las que no teníamos nombre.

La presidenta de la asociación lo dijo claro en la entrevista: «en nuestra recién publicada Diccionaria una, definimos Genialogías como:

1. Ágora de las mujeres poetas que reconocen, valoran y nombran su origen y su tradición.
2. Lugar imaginario que busca espacio en la topografía real; es logos de la genia y es apertura y revisión del logos.
3. Casa de las mujeres».

Diccionaria una

Diccionara una es un libro que está creado para nombrar lo que nunca tuvo nombre, lo que nunca estuvo registrado, lo que la sociedad no permitió que se expandiera formalmente, o mejor dicho, de forma políticamente correcta. Diccionaria una recoge palabras que designan realidades obviadas por la cultura patriarcal.

El diario El Mundo publicó una noticia sobre Diccionaria una: «el glosario reúne 181 palabras como «biopresa», que explica la desorientación que producen a las mujeres los cambios biológicos a lo largo de la vida; «cuidadicio» como el vicio de cuidar a otros en exceso; o «fresca», que ahora es una mujer alegre que ha rechazado las convenciones sociales. El diccionario es resultado de cuatro años de trabajo de las poetas de Genialogías, un trabajo que se ha hecho con el objetivo de «nombrar con libertad, soltura y gracia, con placer y sentido» realidades existentes pero a las que les falta un nombre».

Por otro lado, El Salto se hizo también acopio de fuerzas y de interés y publicó: «la frase cayó como una piedra en el agua y salpicó a todas las presentes en aquella reunión de la asociación de mujeres poetas Genialogías en 2017. Una de ellas dijo lo que muchas sentían en carne propia: “Mi mundo está lleno de cosas que no tienen nombre”. Cuatro años después, el colectivo ha publicado un libro-herramienta que quiere satisfacer esa necesidad de inventar palabras para designar realidades que afectan a las mujeres pero que, hasta ahora, han carecido de definición, de un término que las nombre. Y lo que no se nombra no existe, sabido es».

Continúa: «la discriminación de las mujeres en la cultura, ese sesgo al que combaten desde Genialogías, es histórica y para García Bujarrabal “tiene que ver con el silenciamiento de las voces femeninas que empieza en los textos clásicos con Telémaco mandando a callar a su madre Penélope, que se prorroga durante siglos en nuestra tradición literaria. Hay un ensayo maravilloso de Clara Janés, Guardar la casa y cerrar la boca, que se abre con una cita de Fray Luis de León: ‘porque así como la naturaleza […] hizo a las mujeres para que, encerradas, guardasen la casa, así las obligó a que cerrasen la boca’. Es algo inserto durante siglos en nuestra cultura occidental, en la Biblia con la expulsión de Eva del paraíso, también en la idea de las mujeres como fuente de todo mal en Pandora. Hablaría de cultura patriarcal, que va más allá de la RAE y del Gobierno de España»».

Inspiraciones en la industria

Cuando hablamos de escritura o música, si es sutil, se acepta e incluso se venera, se alaba con palabras tales como «oh, tu obra tiene retazos de…»; pero cuanto se trata de algo que mueve dinero, todo se ve de otra forma.

No es la primera vez que esto ocurre ni será la última. Editoriales, productoras, grandes empresas, que se lucran de ideas de empresas con menos alcance o con menos recursos para poder vender de forma masiva (o eso es lo que ellos creen) los productos en los que, digamos —y  para ser políticamente correcta— se han inspirado o con los que han visto la luz de un camino nuevo.

Si hablamos de plagio —usemos de ahora en adelante la palabra inspiración—, solo tenemos que fijarnos en el mundo académico. Según Sandra Timal López, estudiante de la Universidad Autónoma de Puebla, México: «la práctica del plagio en el ámbito de la investigación es frecuente. Se trata de una acción desleal que vulnera el derecho de autor. Sin embargo, el marco en que se desenvuelve esta práctica carece de sanción frente a la violación del derecho moral que le es intrínseco al autor de una obra. Proteger el derecho moral y no únicamente el patrimonial de quien es creador de una obra, específicamente en las tesis, es el tema de la presente investigación».

Cuántas veces habré leído en Twitter, en calidad de editora, a mis compañeros quejarse de que otras editoriales o empresas se han inspirado en sus creaciones (hablamos, en este caso, no solo del texto sino del diseño de los propios libros, algo que le es intrínseco a la obra y de lo que también se realiza firma de derechos). Sin ir más lejos, a la misma editorial que yo misma dirijo le sucedió. Otro grande del mercado había contratado a una diseñadora que se había inspirado con creces en la cubierta de otro libro publicado meses atrás en Libero. Pero ante esto, no podemos hacer nada, porque es la batalla de gigantes contra pequeños, y a veces, aunque no lo sepamos y nos parezca totalmente injusto y desalentador, que una editorial grande se fije en el trabajo que las hormiguitas trazamos es una muy buena señal: tanto de gusto como de utilizar —recordad, siempre de una forma políticamente correcta— lo que ha sucedido para hablar más de nuestros libros, de las creaciones que nos hemos dejado meses produciendo.

El trabajo de las poetas de Genialogías para Diccionaria una intenta paliar en parte este déficit de palabras, estos silencios que han golpeado durante siglos a la mujer, dando nombre a realidades de las mujeres, inventando algunas de las palabras que alguna vez han faltado.

No hace falta hablar, ni procede, de quién se ha inspirado en qué. Lo importante es que conozcamos el trabajo bien hecho, que nos fijemos en lo que hay detrás siempre de un producto novedoso y que lo apoyemos, si no puede ser con la compra, con la palabra, si no puede ser con la palabra, con las manos: aplaudamos, aplaudamos la valentía de todas aquellas y aquellos empresarios y emprendedores que ven sus sueños atravesados por la inspiración de los grandes pero que siguen adelante, porque ellas y ellos fueron los pioneros.

Genialogías

En 2016 la editorial Tigres de papel, y en colaboración con la Asociación Genialogías de poetas mujeres, vio la luz un proyecto editorial que se ocupa de publicar libros casi «olvidados» de importantes poetas españolas del siglo XX y XXI. Hasta la fecha se han publicado en la colección: Marta&María de María Victoria Atencia; Los cuerpos oscuros, de Juana Castro; Poemas de Cherry Lane de Julia Uceda; Ítaca de Francisca Aguirre; El grito inútil de Ángela Figuera Aymerich; Cobalto de Esther Zarraluqui; Los devaneos de Erato de Ana Rossetti; Mnemosine de Dionisia García; El pájaro mudo de Luz Pichel, La mano muerta cuenta el dinero de la vida de Menchu Gutiérrez y Golpeando el silencio de Concha Lagos.

Esta asociación aspira a recuperar el espíritu de los encuentros entre mujeres poetas que tuvieron lugar entre 1996 y 2005 en Vigo, Córdoba, Lanzarote, Málaga, Barcelona, San Sebastián, Granada, Vitoria-Gasteiz, Montevideo y Madrid, y en los que participaron figuras destacadas de la poesía de nuestro tiempo, como Noni Benegas, Concha García, Elsa López, Olvido García Valdés, Aurora Luque, Juana CastroChantal Maillard, Ángela Serna, Chus Pato, Ángeles Mora, Ana Rossetti, María Cinta Montagut o Julia Barella. La Asociación Genialogías trabaja por recuperar las voces de aquellas mujeres poetas de nuestro país cuyos nombres han quedado a la sombra. Han sido y son autoras inmensas que, sin embargo, resultan desconocidas, pues sus obras no han llegado o no han permanecido en el canon literario predominante.

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