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Opinión: «Esta es mi carta al mundo». Las newsletters personales y la recomendación de libros

Opinión: «Esta es mi carta al mundo». Las newsletters personales y la recomendación de libros

Las newsletters personales se han convertido en una nueva forma de recomendación de libros que rompe con los ritmos habituales de nuestro tiempo.


Vivimos en un mundo en el que la promoción de las novedades para las editoriales exige cada vez más manos y más capacidades. A los clásicos esfuerzos por llegar a la prensa escrita se sumaron pronto los blogs, que abrieron la puerta a la prescripción directa de los lectores. Aquel internet en el que cada cual podía tener un espacio para sus pasiones ha acabado uniformado por grandes empresas de comunicación, hasta el punto de convertir esa pasión, la lectura, en una forma de crear marca personal en redes sociales.

En los últimos tiempos, en los que hemos visto la explosión de los lectores en TikTok, el estallido de directos digitales durante la pandemia y la importancia que tiene la presencia de las novedades en Instagram, en el que una cubierta vale más que mil palabras, un medio que ha permitido recuperar el tiempo para leer una opinión y la valoración de un libro son las newsletters particulares. Un nuevo uso de esta herramienta que ya tiene sus referentes y que es una forma de ahondar en los textos y no quedarnos solo en las imágenes.

Si algo caracteriza a los lectores insaciables, entre los que me siento muy a pesar de mi economía y de mis dioptrías es la necesidad de encontrar otros pares cuyo criterio me sirva de prescripción. No dejo de atender a la crítica literaria, a pesar de que cada vez su espacio oficial se va reduciendo año a año, casi a la par que su peso. No me refiero a las newsletters editoriales que informan sobre las distintas novedades y promociones estacionales, sino a esas postales que llegan de un lugar desconocido, como imágenes de paraísos vacacionales hechos, esta vez, del rastro de tinta que deja en otros.

«Una forma de recuperar otros tiempos y otro tipo de texto menos inmediato. Cartas que llegan al buzón cuando nadie las espera y que se abren con una curiosidad muy distinta a la rutina de cada día».

Me suscribo a multitud de newsletters personales ansiosa de correspondencias. Son las cartas que el mundo nunca me escribió, parafraseando a Emily Dickinson: una ventana a otras lecturas, las conexiones que crean en otras cabezas y los recuerdos que traen sin esperar nada a cambio. Textos sobre textos como los de Bookselektor o el diario de vida y libros de Leticia Vila-Sanjuán, maneras de estar cerca que traen frescura a la reflexión sobre libros, sobre lo que significan en nuestra vida y en la intimidad que crean. Una forma de recuperar otros tiempos y otro tipo de texto menos inmediato. Cartas que llegan al buzón cuando nadie las espera y que se abren con una curiosidad muy distinta a la rutina de cada día.

En este mundo acelerado, en el que constantemente tenemos que tener un medio nuevo de promoción y ser capaces de producir y producir ruido y audiovisuales, recuperar los textos (mucho más cerca sin duda de lo que tenemos entre manos, los libros) es una novedad que espero que perdure. Una forma de recuperar la voz personal por encima de la promoción, de descubrir y asomarse a otras vidas a través de estas botellas particulares, de mensajes para el mundo que se juzgan, sin duda alguna, con la mayor de las ternuras.

Sobre el Autor

Redacción

Aunque ha crecido obsesionada con personajes como Oblomov y Bartleby, su trayectoria está llena de experiencias en el mundo de los libros y de la gestión cultural: ha sido librera durante varios años, responsable de una pequeña editorial donde ha aprendido más de lo que se podría imaginar y directora de ventas en una editorial con una importante presencia en Latinoamérica. Ahora vive en Alemania, donde se esfuerza por disminuir su montaña de lecturas pendientes.

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