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Los crowdfunding de la editorial ContraEscritura: ¿libertad o esclavitud?

Los crowdfunding de la editorial ContraEscritura: ¿libertad o esclavitud?

Marta Martínez, editora fundadora de ContraEscritura nos cuenta por qué su editorial ha consolidado varias financiaciones populares y si al final esto le ha supuesto más una esclavitud que la libertad de publicar los libros que considera necesarios.


ContraEscritura empezó en 2015 con una idea de mecenazgo. La editorial se fundó con los 200 euros de los derechos del primer poemario de la fundadora. Este dinero lo reinvirtió en un sistema de socios y en la página web.

¿En que consiste un sistema de crowdfunding?

El micromecenazgo es un mecanismo colaborativo de financiación de proyectos desarrollado sobre la base de las nuevas tecnologías. Hasta hace unos años, cualquier emprendedor o persona que quería sacar un proyecto personal o empresarial adelante y no tenía el dinero necesario para hacerlo, optaba a unas cuantas posibilidades: pedir una subvención, un crédito a un banco o que te ayudasen tus familiares y amigos. No obstante, la llegada de Internet ha abierto la posibilidad a nuevas alternativas como el crowdfunding.

Modelos de crowdfunding

Hay cinco modelos de micromecenazgo:

  • De donaciones: quienes aportan pero no esperan beneficios a cambio
  • De recompensas: quienes aportan y recibirán una recompensa por su contribución
  • De acciones: quienes reciben participaciones de ella
  • De préstamos o crowdlending: se trata de una financiación en masa mediante préstamos de una empresa a cambio de un tipo de interés por el dinero concedido
  • De royalties: cuando se invierte en un determinado proyecto o empresa y se espera obtener una parte, aunque sea simbólica de los beneficios

Nos cuenta Marta que «con los primeros 30 socios se pudo sacar el primer libro, pero al poco de empezar la editorial encontré el libro de En el campo de asesinos de Dachau. Se salía de mi idea de la editorial, pero ahí descubrí qué era lo que quería hacer: recuperación histórica.

Cuando aparece el libro nos lanzamos a su traducción, aunque los costes eran inasumibles. Verkami era la gran plataforma de micromecenazgo de la cultura, así que inicié una campaña de seis mil euros. Nos costó muchísimo alcanzar el objetivo, seis días antes de acabar no habíamos conseguido. La mayor parte de los participantes fueron amigos, socios y familiares. Al final salió, no sin mucho esfuerzo. Es un libro que a nivel personal dio muchísimas alegrías».

Con esto, la idea de los mecenazgos se consolida, dado que ContraEscritura tiene la máxima de que la editorial no va a permanecer pase lo que pase pidiendo un crédito, sino que siempre va a depender de los propios recursos que dé la editorial y su propia comunidad. «Los mecenazgos se han ido formulando en ese sentido».

La editora continúa contándonos que «en 2017 se hicieron dos campañas para una línea editorial de periodismo de larga duración (no llegaba a dos mil euros y la respuesta fue muy positiva). Aquí se pudo implicar bien a las librerías al llevar ya dos años de autodistribución. Lo que hicimos fue montar una serie de reclamos en las librerías para que fueran los libreros los que pudieran hacer las aportaciones ya contando con las reservas de los clientes o a modo de información por si a algún lector o lectora le interesaba la campaña.

Ese mismo año sacamos el libro de Una voz de mujer en la contienda, con el que no teníamos una emergencia económica, pero al ser un libro censurado, lo lógico era publicarlo a dos tintas (con la parte de la censura y la edición que salió en su momento). Entonces monté otra campaña, también de menos de dos mil euros, dado que no le pedíamos a los lectores que se hiciera realidad el libro. Sé que cuento con la comunidad suficiente para sacar adelante este tipo de campañas, así que se volvieron a volcar.

2021: la campaña del agobio, la esclavitud y del éxito

Luego llegamos a la campaña de este año: con Kurt Hiller y El innombrable, un libro que yo sabía que me iba a costar mucho dado que es poesía histórica de un autor que nunca había sido traducido. Fue muy costoso poner en valor y convencer a la gente de que lo que estamos haciendo desde la edición es necesario, que no estamos tirando el dinero. Y esto con poesía es muy complicado».

En esta ocasión, Marta decidió repetir la fórmula que ya había utilizado otras veces, que es publicar previamente o a la vez dos libros del mismo autor (porque también para la distribución funciona mejor).

«Esta campaña no fue creada tanto por el dinero, sino por un pálpito, porque entendía que era un buen momento para hacer este crowdfunding. Lo monté en Verkami porque necesitaba el tirón de su comunidad y el movimiento de la propia editorial. Aunque esto me trajo bastantes problemas porque solo son 40 días de campaña y la plataforma no ayuda mucho a la difusión en su newsletter. Verkami no estaba dispuesto esta vez a que el libro que proponía saliera destacado y tuviera el eco que necesitaba.

Por lo que tuve que hablar con ellos para recordar las bases de la cooperación mutua, dado que en eso consiste este tipo de plataformas y proyectos. Gracias a eso, me hicieron un poco más de caso e incluyeron el libro en el carrusel de la página vez y lo enviaron en su newsletter a toda su comunidad».

Los resultados no fueron como los de la primera campaña. Lo que demuestra que este año fue muy difícil mover a la «no comunidad», la gente que hay más allá del lector y del socio. Fue una especie de esclavitud, algo muy complicado hacer que extraños confiaran en el proyecto. También, en esta ocasión, fue difícil que las librerías apoyaran este proyecto porque tenían que pagar en firme, muchos no entendieron bien la campaña o no han estado en posición de aportar, pero otros sí. Esta es una de las cosas que a la editora le ha costado gestionar con respecto a otros crowdfunding, con una diferencia de cuatro años y es que la comunidad está viva, que se enamora del proyecto pero que también se desenamora. La gestión de la expectativas es algo que a la editora de ContraEscritura se le ha dificultado, dado que un crowdfunding supone mucho esfuerzo porque que uno se evidencia como vulnerable.

«Me parece más honesto pedir a los lectores el dinero para algo concreto, porque así sabrán lo que queremos hacer. Y si no responden, aquí entra el factor de que igual lo que hacemos no deberíamos hacerlo. Este sistema es una interlocución directa con los lectores, independientemente con las cuestiones económicas».

**La última campaña de ContraEscritura (ya cerrada)

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