
Libros hay más que uno, pero a ti te encontré en la calle

Hoy celebramos el Día del Libro. Las librerías se engalanan, sacan los libros a la calle, hay maratones de lectura, Barcelona se llena de rosas… Hoy, tras un año difícil para la industria editorial parece que la vida vuelve a abrirse camino a través del papel. Porque en estos días en los que la figura del libro se desdibuja en diversos formatos, el 23 de abril los protagonistas son el libro en papel y las librerías de toda la vida, las librerías físicas con sus libreros y libreras exhibiendo y escogiendo aquellos ejemplares que tratarán de conquistar al lector desde los puestos en la calle y los escaparates con esa labor cuidadosa de atención personalizada y cercana tan necesaria en el año del Zoom, del Teams y de los eventos en YouTube.
Hoy, saliendo de la oficina me he permitido el lujo de darme un paseo antes de recoger a mis hijas en el colegio. Soy un afortunado, gran parte de mi trayecto consiste en atravesar el parque de El Retiro,y he podido reparar en una gran mesa repleta de libros para niños y niñas, en las inmediaciones de la Biblioteca Municipal Eugenio Trías. Se trataba de una iniciativa de las librerías madrileñas Kirikú y la bruja, Liberespacio y Turuletras con el nombre de ‘Librerías en el Parque’, dentro de la segunda edición de Leer es una fiesta. Y claro que lo era, ¿qué mayor fiesta que un espacio seguro, al aire libre, en el que los pequeños juegan y cotillean los libros que sus padres, diligentemente, adquiriremos?
Como cada Día del Libro, salvo el año pasado he acudido ineludiblemente a la cita con las librerías, hablo en plural porque he aprovechado para visitar varias y mi botín no puede ser más diverso: Hay una vaca en la nevera (Beascoa, 2020) de Amaia Cia y Ricard Zaplana; Yo mataré monstruos por ti (Principal de los libros, 2011) de Santi Balmes y Lyona; Nuestra parte de noche (Anagrama, 2019) de Mariana Enríquez; El día del ajuste (Literatura Random House, 2021) de Chuck Palahniuk; Cómo ganar el Giro bebiendo sangre de buey (Libros del K.O., 2021) de Ander Izaguirre; y Hamnet (Libros del Asteroide, 2021) de Maggie O’Farrell. Me llevo lectura para un tiempo, para mí y para los míos. Y serán libros a los que les tenga un especial aprecio, sin haberlos leído aún (salvo el de la vaca que ya me ha tocado leerlo en voz alta dos veces) serán los primeros libros que compré en la calle tras el año de la pandemia. Porque, no se si a ustedes les pasa también, recuerdo cómo llegaron muchos libros a mis manos, especialmente aquellos comprados en fechas especiales. Recuerdo haber comprado Volveremos (Libros del K.O.), en la Feria del Libro 2016, pocos días antes de ser padre por primera vez o El pie de Kafka (Ediciones Torremozas) en el mismo evento un año antes. Recuerdo aquel Día del Libro en el que me volví loco y adquirí casi toda la bibliografía de Irvine Welsh editada por Anagrama… Todo ese camino hasta mi casa forma parte de mi experiencia lectora. La historia de los libros que hoy se encuentran en mis estanterías y en las de un selecto grupo de examigos que tienen la mala costumbre de no devolver los libros que les prestas, va muy ligada a las librerías, a los libreros y libreras que nos acompañan, nos guían, nos escuchan y nos aconsejan.
¡Feliz Día del Libro! ¡Feliz Sant Jordi!, pero de una manera especial a esos libreros, ellos saben quienes son, que conocen mis pasiones acurrucado bajo una manta mejor que mi mujer; que son capaces de poner en mis manos esa historia que cuando el sueño se apodera de mí me grita, «un capítulo más y lo dejamos», ellos y otros de este gremio que lucha contra los gigantes tecnológicos de la distribución, que tanto han sufrido estos meses cerrando sus puertas, sin posibilidad de organizar actividades culturales o viendo limitado su aforo.