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Libro de la semana: «Una poética editorial» de Constantino Bértolo

Libro de la semana: «Una poética editorial» de Constantino Bértolo

«Quise preparar un libro que funcionase como aviso y como tentación para todos aquellos que están deseando entrar en el mundo de la edición.» Entrevista a Constantino Bértolo.


Esta es una lectura obligatoria para editores y editoras, es un libro sobre libros y, también, un libro con los textos clave para asimilar las enseñanzas del gran editor en lengua española y de cómo descubrir a grandes autores fuera y noveles dentro. Constantino Bértolo es en sí mismo el auténtico Caballo de Troya capaz de colar siempre la Literatura en el panorama editorial español, ya sea en un gran grupo editorial, como en una charla donde siempre se nos alzan libros como soldados.

 

«Quise preparar un libro que funcionase como aviso y como tentación para todos aquellos que están deseando entrar en el mundo de la edición.»

¿Por qué este nuevo título sobre el trabajo del editor?

Con el editor Manuel Ortuño (Trama), teníamos en la cabeza dirigirnos a toda esta gente que está deseando entrar en el mundo de la edición; quise preparar un libro que funcione como aviso y como tentación.

 

«Hay que mantener la complicidad con los lectores. ¿Cómo?, con redes sociales, manteniendo un diálogo continuo con la gente interesada en el mundo de los libros: es un trabajo diario e individual

 

A los que lo consiguen, ¿cuál es el principal consejo que les darías? (En el 5.º Encuentro Otra Mirada pudimos conversar con grandes editores pequeños que lo están haciendo muy bien y quisiéramos que continuasen.)

Lo fundamental es buscar, encontrar y promover cómplices, es decir, profesionales que tengan una idea como la tuya respecto a lo que es buena literatura. El primer cómplice es un distribuidor: si no lo encuentras, hay que fabricarse uno, ser uno mismo el propio distribuidor como por ejemplo Fabio de Delirio, que lo está haciendo muy bien.

También los libreros tienen que ser cómplices. Son la figura fundamental porque se han convertido en lugares de encuentro y no sólo de selección. Hay una nueva mentalidad en tantas librerías independientes que han abierto recientemente —haciendo de la necesidad, virtud, ya que frente a la crisis muchos con sus ahorros han montado como autónomos una librería. Ya no es ese lugar hostil lleno de libros. Han creado estos lugares de semi hostelería, donde te puedes tomar un café o un vino y que tienen incluso confort estético. Y congregan a muchos lectores.

Y, sobre todo, mantener la complicidad con los lectores. ¿Cómo?, con redes sociales, manteniendo un diálogo continuo con la gente interesada en el mundo de los libros: es un trabajo individual que hay que mantener día a día.

 

«La literatura no es redactar. La literatura es querer decir algo y no saber cómo, es enfrentarse con el lenguaje, y es esa resistencia la que precipita en literatura.»

 

Ante tanto manuscrito, tanta gente que escribe, tanto libro publicado que hay que vender: ¿cómo cribas y detectas que estás ante un buen libro, ante literatura?

Sí, hoy hay mucha gente que redacta. Y redactan bien. Pero yo echo en falta un lenguaje más fuerte. La literatura no es redactar. La literatura es querer decir algo y no saber cómo, es enfrentarse con el lenguaje, y es esa resistencia la que precipita en literatura.

 

«Ahora la edición no ocupa el papel que tenía en mi vida. Me siguen interesando la poesía, la literatura y el ensayo, pero no quiero prolongarme a mí mismo.»

A los lectores recomendamos especialmente el breve texto final (que ganó el Premio Periodístico sobre Lectura de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez y publicado en Público), y el especialmente entrañable capítulo Libros que me han hecho daño, donde Bértolo va confesándose e, incluso, disculpándose, por cómo ciertas lecturas han marcado su personalidad.

En tu interesantísimo capítulo-diálogo con el Mundo Obrero dices que volverías a publicar poesía, pero que has decidido aparcarlo. ¿Lo mantienes?

Tenía esa idea antes de que me retiraran, pero la verdad es que me imaginé volviendo a recibir manuscritos, responder a su ilusión y contestar (es un compromiso que no me gusta incumplir) y decidí no continuar. Así que ahora la edición no ocupa el papel que tenía en mi vida. Me sigue interesando la poesía, la literatura y el ensayo, pero no quiero prolongarme a mí mismo.

 

Constantino Bértolo (Navia de Suarna, Lugo, 1946) es una de las figuras más importantes de la crítica y la edición en España. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid, ha ejercido la crítica literaria en diarios como El País, El Independiente, y la revista El Urogallo. Ha sido director de la editorial Debate (1990-2003), y director hasta 2014 del sello Caballo de Troya dentro del grupo Random House. Entre sus libros destacamos La cena de los notables (Periférica, 2008), El ojo crítico. Las peores críticas a los mejores autores (Ediciones B, 2009), El sentido del rencor (Delirio, 2018) y ¿Quiénes somos? 55 libros de la literatura española del siglo XX (Periférica, 2020).

 

Este libro recoge algunos textos clave para entender la obra y enseñanzas de una de las figuras más importantes de la edición en lengua española. El Constantino Bértolo que nos habla desde estas páginas es el Bértolo editor: aquel que en la editorial Debate nos descubrió autores como Rafael ChirbesV. S. NaipaulW. G. SebaldRick Moody o Cormac McCarthy; aquel sin el que tal vez no habríamos disfrutado de Ray LorigaLuis MagrinyáMarta Sanz o Elvira Navarro. Aquel capaz de montar en un gran grupo un sello como Caballo de Troya. Un editor siempre contundente y, con frecuencia, dotado de una capacidad de disección de la realidad que desarticula cualquier cursilería. Y un editor que se desvive por aportar, por intervenir, por contagiar.

Una poética editorial refleja la falla entre dos mundos (uno ya pasado, otro aún por configurar) que el autor ha sabido identificar como nadie. Sin embargo, aquí no hay lugar para el apocalipsis y sí para la ironía, «esa forma de decir lo que no se puede decir». Por tanto, y como aviso para navegantes, invitamos al lector para que saboree ese punto de sorda retranca que, de cuando en cuando, aflora y que no podría estar más alejada de todo derrotismo.

 

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