
La editorial desde adentro: Editorial Graviola

Hablamos con los editores de Graviola, una editorial independiente, nacida en España, comprometida con la difusión de las voces que emigran de Latinoamérica.
Los tres editores creen en la expresión artística, la diversidad cultural y las nuevas plataformas como elementos imprescindibles para reducir distancias y diferencias. Desde Graviola se propone la literatura como un puente.
¿De dónde surge la idea de montar la editorial? ¿Qué hace de esta editorial un lugar-hogar para publicar?
Editorial Graviola surge después de varios años de trabajo en conjunto y multidisciplinar entre nosotros (Virgilio, Abraham y Daniel); editándonos entre sí, ilustrando con fotografía y collage textos de cada uno, encontrando otras personas con las que colaborar y hacer piezas, organizando en conjunto eventos y proyectos artísticos.
En verano del 2019, después de dar por concluido una revista de arte online que teníamos, aún con ganas de seguir creando y compartiendo, sentimos la necesidad de crear una plataforma desde la que pudiéramos aportar de forma activa nuestra visión y nuestras necesidades: representar voces latinoamericanas migrantes, nuevas en el país, en la cultura y en el mundo editorial, que contaran historias que traspasaran barreras culturales pero que no perdieran de ninguna forma su voz identitaria y no sacrificaran determinados valores literarios por encajar en el mercado de las editoriales grandes. Y, así, crear con ellas una experiencia lectora que fuera más allá del punto final.
Desde entonces Editorial Graviola se ha convertido en ese sitio donde nosotros y las personas que publicamos se sienten representadas y libres para expresarse y experimentar.
En lo que se refiere a la edición, ¿qué parte de la creación del libro disfrutáis más?
Daniel: el momento en que unimos la obra literaria con otros lenguajes artísticos y surge ese recorrido especial por distintas disciplinas: las ilustraciones, las canciones, los videos, la comida…
Abraham: cuando el texto se funde con las ilustraciones que acompañan a la publicación en cuestión. Es una parte del proceso donde ves el libro que llevas meses trabajando convertirse en una pieza totalmente nueva. La experiencia de ese texto se transforma por completo.
Virgilio: me agrada especialmente la revisión de los últimos borradores, donde ya existe un texto de calidad, pero el autor se esfuerza en jugar con los conceptos y técnicas que ha aprovechado anteriormente para sacar adelante el libro en su mejor versión.
¿Qué libro/libros se encuentra en desventaja frente a otros en vuestra editorial?
Cuenta es una especie de bestia extraña al tratarse de una colaboración con la Universidad de Navarra y al incluir autores europeos. Pero cabe destacar el cariño y esfuerzo de parte de ambos lados para idear y producir un libro con varios autores jóvenes y prometedores, además de un diseño que refleja su particularidad en nuestro catálogo. Y que, al final, rescata uno de los pilares que tenemos como empresa: la unión entre personas, culturas e ideas, la convivencia entre voces de aquí y de allá se convierte en algo muy positivo y atractivo.
¿Qué libro os hubiera gustado publicar que ya esté en otro catálogo?
Daniel: Ladrilleros de Selva Almada. Es una historia con una estructura narrativa muy dinámica, la historia es una exploración/retrato muy inquietante y revelador de la masculinidad tóxica, el lenguaje es sincero, complejo, sin embargo, sin pretensiones ni estilismos exagerado. Está todo bien en esa novela… es, además, muy divertida. No me cabe la menor duda de que en Graviola hubiéramos hecho una edición preciosa, ilustrada y con alguna colaboración artística increíble.
Virgilio: Me encantaría reeditar alguno de los volúmenes de la poesía en prosa de José Antonio Ramos Sucre, o incluso realizar una recopilación. Más allá de la angustia que mana de sus letras, se puede reconocer un dominio absoluto de forma y fondo en sus monólogos, con un ritmo sumamente musical y símbolos tan conmovedores como ambiguos.
Abraham: Cuando quiero llorar no lloro, es una novela que tiene un juego magnífico con la forma, es un texto súper flexible y que, a través de esa flexibilidad, habla sobre lo caótico de la existencia en Latinoamérica. Además, el mismo texto traslada a la literatura diferentes disciplinas como el cine o el teatro, lo que lo convierte en una grandísima oportunidad para generar esas sinergias que tanto nos gustan en Graviola.
¿Cuál es el libro que más tiempo os llevó conseguir y por el que no tirasteis la toalla?
Las vacas flacas de Abraham Valera. Es un libro al que le apostamos todo lo que teníamos (y lo que no) desde su estado más crudo y abstracto. Sucedió que la idea, el concepto, las ganas del autor y la promesa de conseguir ese mosaico, esa radiografía de la vida latinoamericana, con casi todos sus matices, que es, nos mantuvo empujando.
Fue difícil para todos: para el autor, que apenas sabía a lo que se enfrentaba cuando contemplaba la idea, cuando se enfrentó a los editores y a él mismo; lo fue para la edición, horas y horas de analizar cada palabra, cada intensión detrás de los cuentos, ¡el orden de los cuentos y el título! Finalmente, toda lo logística de conseguir unir y organizar a las personas involucradas (el restaurante Baserriberri y Bodega Otazu) en el proyecto para las presentaciones de lanzamiento, era una apuesta ambiciosa y complicadísima). Es increíble ver que todo lo que ha pasado desde que salió el libro y toda la atención y el recibimiento tan hermoso que está teniendo.