
La editorial del CSIC cumple 80 años y sigue innovando día tras día

Nos encontramos en el despacho de Pura Fernández, la directora del servicio de publicaciones de la editorial del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en el centro de Madrid. Una mañana fresquita, limpia… Estamos de celebración porque han cumplido 80 años.
Cuéntenos, ¿Cómo empezó la editorial? Queremos hacer ese recorrido. Podemos ver cómo comenzó, hasta dónde ha llegado, cuáles han sido sus logros, cómo la estás cambiando y hacia dónde la estás llevando…
Pura Fernández: La editorial empieza con la fundación del CSIC, que es una prolongación de la junta de ampliación de estudios, en el año 39 se funda como tal el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y ya en ese mismo año comienza la idea de crear lo que entonces llamábamos un servicio de publicaciones como apéndice o estructura que pudiese derivar todas las investigaciones vinculadas al CSIC, se funda de forma oficial en el año 40 como servicio de publicaciones de CSIC y empieza a cobrar forma con una práctica editorial que a lo largo de estos 80 años ha sido desde luego enorme, multiforme y muy diversificada. Con centenares de colecciones, de revistas que se han ido creando, reformulando, han desaparecido o han dado origen a otros proyectos, todos muy vinculados con la propia evolución de los conocimientos y de las disciplinas.
En este momento somos Editorial CSIC, no somos un servicio de publicaciones oficial vinculado a lo que nos manden a editar, sino que somos un sello con una política editorial definida y obviamente muy relacionada con toda la estructura y a toda la generación de conocimiento de la institución, pero con un cuerpo de colaboradores enorme, muy muy potente, contamos con académicos que forman parte de nuestros comités asesores y editoriales que realmente van construyendo todo ese sistema editorial.
La historia del CSIC es enorme y la de la editorial también, de hecho, el año que viene lanzamos un libro que contendrá la historia de lo que ha sido el servicio de publicaciones hasta la editorial. Es un libro voluminoso, pero en el que se ha seleccionado muy bien la información.
En la actualidad tenemos aproximadamente 50 colecciones académicas y 37 revistas científicas de alto impacto que están organizadas en torno a unas estructuras bastante, no diría rígidas, pero sí muy estructuradas en su forma de funcionamiento para poder asegurar la calidad, la excelencia y el rigor de las publicaciones. En estos comités editoriales y consejos de editores tenemos normalmente de 1500 a 1600 académicos de todas las disciplinas. Es enorme, ellos son los que organizan todos los sistemas de evaluación porque nuestras publicaciones se rigen por sistemas de evaluación interna muy rigurosa, ya sea por doble ciego, siempre con un sistema de evaluación por pares o anonimato; y aparte, tenemos también las ediciones fuera de colección, que son todas aquellas que no se acomodan a los ejes temáticos que tienen nuestras colecciones específicas o académicas.
¿Por qué? ¿Para el público común pueda que le suenen más las obras de divulgación que las obras especializadas? Es una labor muy importante, la conexión entre lo que se descubre y lo que llevan a aprobación.
PF: Claro. Las colecciones pueden ser de especialización por disciplina científica o por áreas de conocimiento, pero también tenemos colecciones que lo que pretenden es transferir y difundir ese conocimiento científico de una forma mucho más asequible, para un público curioso o un lectorado mucho más amplio; y eso se ve en la Feria del Libro, que la verdad es que tiene una repercusión notable y podemos comprobar ese tipo de vinculación con los lectores que nos escriben, además con mucha frecuencia, y participan. También tenemos esas colecciones de divulgación o «¿Qué sabemos de», en colaboración con Catarata, y que se han convertido en un hito precisamente en la transferencia de conocimientos y de la divulgación.
Y luego otras con las que pretendemos cubrir esos espacios como la Semana de la Ciencia y en otro tipo de actos que hacen cultura científica, nos permiten llegar a un lectorado amplio, curioso, con afán de conocimiento, pero también a esos sectores de la sociedad que son el futuro de la ciencia y de la lectura, los adolescentes, los jóvenes lectores y también el público infantil que es quizás el que menos conocemos y al que queremos ahora tender una mirada.
¿Hay algún momento histórico que quieras recordar de toda tu trayectoria o de estos 80 años? Ya sean momentos críticos o esenciales que hayan marcado la vida de CSIC.
PF: La trayectoria de la editorial y de servicios de publicaciones ha ido muy pareja con la institución, o sea que la evolución interna también ha estado condicionada por las circunstancias sociales y políticas. Ha sido una vía paralela de la propia institución y todo esto saldrá en el libro de investigación que se ha trabajado con los archivos que tenemos aquí y con material adicional. Quizá los momentos de quiebro más interesantes han sido los que se han producido en este siglo XX, cuando la editorial se ha ido profesionalizado y convirtiendo en un sello con entidad y con unos principios de evaluación, de selección y con una mirada mucho más abierta, mucho más vinculada a lo que está sucediendo también más allá del CSIC.
Se ha profesionalizado muchísimo la labor de los trabajadores de la editorial, pero también se han estructurado de una forma más académica y más rigurosa todos los trabajos vinculados con los equipos editoriales de las colecciones de las revistas. Las revistas se rigen por unos sistemas de selección y evaluación muy estrictos que nos han puesto en una situación digamos muy dominante y muy visible sobre todo en la ciencia en España. Además, hemos sido pioneros también en la aparición en las principales bases de datos de indexación internacionales, también como editorial, como monografías y eso nos ha dado muchísimo reconocimiento. Es algo que queremos también fomentar y difundir más, queremos ser la bandera de la edición científico- académica en español en el área iberoamericana que hay un potencial enorme.
Precisamente quería preguntar sobre las relaciones que tiene una editorial como la vuestra con el resto de los compañeros de la edición académica que son precisamente muy activos también…
PF: Nosotros formamos parte de la Unión de Editoriales Académicas (UME), de hecho, están alojados aquí cerca, en los edificios de la calle Vitruvio, y obviamente, somos parte integrante de esta confederación que es muy necesaria. El diálogo, la interacción, la comunicación de objetivos y de resultados y el pensar en un avance común es algo que tenemos muy presente, sin duda. Quizás uno de los elementos que nos parece más relevante es entender la mirada hacia el mundo de la edición académica con una actitud de mira sudamericana. Existe esta brecha del Atlántico y también, por supuesto, los problemas de carestía que supone para el otro lado del Altántico, los problemas que tenemos de distribución, hablo obviamente de los libros en papel y esos son unos de los objetivos que nos parecen más prioritarios porque ahora mismo obviamente con el predominio del inglés y con la jerarquización de las lenguas en el ámbito académico, pues nos parece que la ciencia en español es algo que hay que potenciar, que hay que preservar y eso está muy alineado con uno de los ejes de la publicacion de CSIC, la ciencia en español. Hay también una forma temática que está ahondando con esto y ahí sí que tenemos una identidad, una igualdad de miras y de metas.
Esa relación transatlántica, entiendo también que es la doble dirección. O sea también para conocer aquí todo lo que se está produciendo del otro lado que es inmenso.
PF: Exactamente.
México, Colombia, Argentina…
PF: El mundo académico en español americano tiene una riqueza enorme, claro, con sus problemas sistémicos, con sus inestabilidades… Pero, desde luego en cuanto a producción de conocimiento es enorme, eso también supone una vía para el mercado y la relación con el mundo académico norteamericano muy estrecha. Es por eso que queremos desde luego potenciar y, claro, vamos a ver qué mundo nos queda después de la pandemia porque la idea era precisamente haber asistido a alguna feria. El modelo todavía no lo tenemos muy claro. Estoy estudiando ahora a las ferias americanas que conozco, pero por otros proyectos que tenemos como el portal EDI-RED, pero ver de qué manera lo dinamizamos, establecemos esa vinculación más estrecha, y, desde luego también, cómo podemos colaborar o podemos hacer un tipo de trabajo más colaborativo, al igual que intentamos fomentar aquí en España a otros sellos editoriales.
Por ejemplo, en el plan editorial de este año vamos a incluir un libro que es una combinación de textos dramáticos originales con científicos y con un grupo de teatro que está trabajando precisamente ese diálogo entre una escena dramática y retos científicos actuales. Lo vamos a sacar en coedición en una colección que está especializada en textos dramáticos actuales. Eso nos permite también llegar a todo tipo de público y constituye otra forma de difundir la ciencia y estimular el conocimiento en un sector de los lectores, en un sector que probablemente no llegaría a nosotros por la vía de lo académico.
¿Cómo está reaccionando el mundo editorial académico respecto a la digitalización con todos los nuevos formatos como las revistas como ya has mencionado? No solo me refiero al libro digital sino también al audiolibro. No sé si nos puedas contar la experiencia del CSIC en esta área.
PF: Sin duda la situación de la pandemia y el confinamiento han acelerado la reflexión precisamente en todos los temas que has comentado. El mundo de la digitalización está completamente en nuestro ADN. Las revistas son en buena medida ya electrónicas, algunas se encuentran en papel más que nada por tradición, están vinculadas también a un sistema de intercambio de revistas que alimenta a las bibliotecas y también, a veces, por un cierto romanticismo. Lo que sí es cierto que cada vez hay menos revistas que se publican en papel y las distribuimos digitalmente en PDF. Además, ahora acabamos de hacer la migración a la nueva versión de JS, con la cual vamos a mecanizar nuestro sistema de digitalización de las revistas y yo creo que va a acelerar ese proceso. En todo caso son las revistas las que deciden cuándo se transforman en revistas electrónicas y dejan el formato en papel.
En el caso de las monografías el papel no va a desaparecer, de hecho, está tan vivo como siempre. Es cierto que uno de los proyectos que teníamos en marcha era pensar, en alguno de los proyectos, una en una edición electrónica per se, no en una adaptación del formato papel, en un producto pensado ya como edición electrónica, con toda su potencialidad y con todas las funcionalidades que nos permiten pensar de una forma más ambiciosa. Una colección de monografías en abierto, por ejemplo, de investigación de proyectos. Y como comentaba antes, en una línea más divulgativa, más abierta en contenidos. Estamos trabajando con eso. ¡Claro! Es algo que implica también una inversión inicial y también una reconfiguración de nuestros propios sistemas de trabajo editorial, lo estamos midiendo…
Luego, lo que tú comentabas del audiolibro… Yo desde que llegué aquí estoy todo el día con los podcasts, trabajamos mucho con materiales audiovisuales y desde luego el audiolibro con todas las reticencias que puede tener, que sabemos que estamos en un momento muy estacional ahora y que han tenido un empuje enorme por la pandemia, yo sí que creo que es un modelo que tiene muchas ventajas y que en una sociedad como la actual tiene una función que no la cumple un libro ni un audiovisual.
Estamos en un momento muy líquido, como tú has comentado, en el que todos los engranajes del circuito se están modificando: el sistema de ferias, la distribución y la propia respuesta de los lectores que ha sido muy sorprendente. Hablaba con gente de editoriales privadas y al menos están cerrando el año en casi igualdad de condiciones que el anterior.
Entonces, es muy difícil todavía tomar la medida de qué nos ha pasado, pero lo que sí está claro es que el cambio que teníamos que hacer antes de la pandemia se tiene que hacer más rápido y en CSIC queremos. Tenemos un patrimonio histórico descomunal, más de 8.000 títulos de patrimonio bibliográfico e histórico de libros en el que, obviamente, hay mucha monografía y estudio que forma parte de la historia para documentar la idiosincrasia de las disciplinas y que a lo mejor no tiene una novedad o interés, pero hay muchísimos libros que sí lo siguen teniendo. Obras que están descatalogadas que se siguen viendo y siguen siendo obras de referencia. Lo que queremos es ir digitalizando ese patrimonio para ponerlo en abierto, ya que es uno de los mandatos que tenemos de nuestra presidenta en el CSIC y es un compromiso con la Unión Europea, pero claro, ¿eso qué supone? Un estudio de todo el marco jurídico porque obviamente mucho de lo que hemos publicado es material que ya no existe y por tanto, no hay ningún inconveniente, pero en la mayor parte de los casos necesitamos saber en qué situación nos encontramos y cómo podemos hacer uso de ese patrimonio.
En el caso del patrimonio bibliográfico de nuestras revistas es que hablamos de decenas de miles de artículos que vamos digitalizando de una forma progresiva, muy lenta y tenemos un servicio en el que si tú necesitas un artículo de nuestras revistas y no lo tienes digitalizado, lo solicitas y se te envía. Es un servicio público, y gratuito además, que cada vez tiene más auge, sobre todo en la pandemia ha tenido un crecimiento espectacular, si antes no era muy conocido, ahora lo está siendo. Ese patrimonio hemerográfico también lo tenemos que poner a disposición de la sociedad. Todo esto implica tiempo, dinero y una política, pero ya estamos en ello, está en marcha.
La Serie 23 de abril fue un libro más que se hizo durante la pandemia, lo lanzamos, hicimos una pequeña presentación online y ha sido un libro multidescargado. Eso sí que es muy reconfortante ver como tenemos esa repercusión.
Quisiera preguntarte, por último, sobre tu actividad como investigadora porque recibimos uno de los últimos libros que publicaste sobre la historia de la edición en España en el siglo XX y lo que llevamos del siglo XXI. Es un trabajo fascinante, sobre todo para los que nos dedicamos al libro, nos permite conocer nuestra historia, es muy muy interesante. ¿Qué nos puedes contar?
PF: Este libro habla precisamente de la potencia económica que supone la industria editorial en español, los procesos de transformación de la economía y de la internacionalización a partir precisamente de la estabilización de las empresas editoriales y de su expansión por el mundo. También cómo han evolucionado desde empresas familiares hasta convertirse en grandes emporios editoriales que los posicionan, no solo como una potencia, sino también como una marca de España y una marca del español.
El libro está hecho por una profesora de economía, es un libro de historia cultural y económica. Además a mí me alegra mucho porque es una persona que colabora en nuestros proyectos de historia editorial y abre precisamente la perspectiva sobre nuevas formas de mirar la historia de la edición. No solo desde el punto de vista de estudios de casos, de sellos concretos, o de editores o editoras, busca ver esa dimensión internacional y transformadora que puede tener en el marco económico, cultural y de las relaciones internacionales. Es un libro más que está muy bien escrito, ella es muy buena y, sobre todo, una de las grandes aportaciones es que incluye el trabajo de archivo. La economía es una ciencia muy aplicada y la historia económica vinculada al sector editorial es muy escasa. María Fernández Moya y Nuria Kutchrapozo son quienes trabajaron en aportar un conocimiento distinto y muy necesario también para entender cuales han sido las formaciones, cuáles han sido las dificultades, cómo se ha sorteado… Creo que es una buena la lectura para el momento actual, sobre todo con el papel que tiene la industria editorial no solo en las industrias culturales sino también en la economía en general.
No sé si consideras que este tipo de estudios deberían tenerse en cuenta a la hora de elaborar un programa de estudios en Literatura… Recuerdo cuando estudiaba Filología, también ya trabajaba para el sector editorial y veía dos realidades completamente paralelas, pero cuando las unes entiendes mejor los engranajes. Al entender la industria editorial, comprendes también los derroteros que puede tomar la literatura en determinado momento. Precisamente las condiciones políticas y editoriales influyen muchísimo para que se tome una corriente u otra o se potencie un estilo u otro…
PF: Absolutamente de acuerdo. Hay un libro, La otra cara de Jano de José Luis de Diego que habla sobre eso. Indudablemente es un proyecto cultural, pero es también una empresa con todas sus exigencias y necesidades, debe facturar e intentar proyectarse de la forma más amplia posible y eso, lógicamente, lleva también unas adherencias relacionadas con tendencias y modas, es otra forma de entender la literatura sin ninguna duda.
En los estudios de Filología eso es algo que se ha incorporado con bastante lentitud, por supuesto en lo que se refiere a la sociología de la literatura o una mirada que tiene que ver la literatura comparada para ver qué está sucediendo en otras zonas… Pero un escritor es alguien que profesionaliza su creatividad y los resultados de su imaginación, eso está muy vinculado también con el mundo de la prensa, pero también con el mundo político, siempre ha habido una estrecha relación y siempre ha formado parte también de la diplomacia cultural de los países, con todo lo que tiene que ver con premios internacionales, ahora mismo sabemos la importancia que tienen las ferias como proyección simbólica de un país, sus autores, las corrientes literarias. Todo esto es necesario para entender la literatura, la cultura, la historia, pero también para poder aplicar esos conocimientos en un proyecto cultural, pero a la vez empresarial que llegue a más gente.