Impedimenta, la editorial de los libros bellos con más de 300 títulos publicados. Enrique Redel destaca la importancia de la apuesta por el tejido editorial de España en Frankfurt 2022
Desde 2007 el objetivo de Impedimenta tomaba dos caminos con un mismo fin. Pretendía ser una editorial que rescatara aquellas obras fundamentales de canon occidental que ya no se podían encontrar entre las novedades de las librerías y a su vez, quería impulsar aquellas obras merecedoras de la denominación «nuevos clásicos modernos»
Unos años después y con más de 300 títulos publicados, Impedimenta se reafirma en su objetivo y considera que lo ha cumplido con creces. Por eso, en Publishnews hemos contactado a su editor, Enrique Redel, para saber un poco más y obtener un adelanto sobre cómo esta editorial encara el camino a Frankfurt 2022.
¿De dónde surge la idea de fundar la editorial?
Puedo decir que soy un editor profesional tardío. Aunque en cierto modo, y desde un punto de vista vocacional, he sido editor siempre, desde que, cuando tenía diez años, escribía pequeños libros, los fotocopiaba con dinero prestado y los vendía a mis familiares, finalmente terminé estudiando Derecho y ejercí la profesión unos años (bastante poco estimulantes, por lo demás). Así que no me convertí en ‘editor’ hasta los treinta, hasta que descubrí que editar (trabajar con autores y con libros, fabricarlos y promocionarlos) era algo verdaderamente intuitivo para mí. Tras unos años ‘aprendiendo’ el oficio en otras editoriales, en 2007 decidí, junto con mi pareja Pilar Adón, fundar Impedimenta. Sin darme cuenta llevaba años anotando en cuadernos los títulos de aquellos libros que a mí me gustaría encontrar en las mesas de novedades y que no estaban. Y sentía que necesitaba dictar yo mismo el programa editorial. Proponer mi propio plan de publicaciones. Además, tenía en mente una idea estética clarísima, muy exigente, muy perfeccionista, y quise desde el principio que esa fuera una de las señas del proyecto, junto con un catálogo sólido, pensado a largo plazo y con vocación canónica. Adopté el lema del ilustrador Arnal Ballester, «Paciencia, estamos plantando» y me propuse crear una editorial de catálogo exigente, con libros bien hechos, bellos y atractivos, que no se conformase nunca y que tuviera siempre un ojo puesto en la vigencia del clásico moderno, en la creación de nuevos clásicos contemporáneos y que pensase siempre en el medio plazo, no en el corto. Impedimenta cumple ahora quince años, la editorial unipersonal con sede en un pequeño despacho de la calle Monte Esquinza de Madrid se ha transformado, ahora somos siete personas en plantilla y tenemos una sede propia en Argüelles, publicamos treinta novedades al año y puedo decir que cada día nos reinventamos, nos repensamos, nos retamos a hacer cosas mejores.
Cuando descubres un texto magnífico y de repente lo ves claro, sabes que lo puedes recomendar, que lo puedes hacer crecer, que puedes hacerlo llegar a los lectores.
¿Cómo definirías tu catálogo?
Selectivo (publicamos apenas entre veinticinco y treinta libros al año, no más), muy basado en la política de autor (es un catálogo en el que el verdadero hallazgo son los autores, más que sus obras vistas individualmente), inspirado en la curiosidad y la inquietud de los editores, más que en la búsqueda del llamado ‘nicho de mercado’, que atesore no solo textos buenos, sino también libros bellos, muy propositivo y energético (preferimos enamorarnos de un libro y proponerlo, más que buscar primero el nicho y luego cubrir ese nicho. La labor del verdadero editor es crear la necesidad de un tipo de libro, más que satisfacer una necesidad ya creada por la moda. Además, esa energía que mostramos a la hora de recomendar, si es genuina se transmite). Y un catálogo también coherente, es decir, que tenga una unidad, una lógica, que veas detrás de él un recorrido claro, un gusto.
En lo que se refiere a la edición, ¿cuál parte de la creación del libro disfrutas más?
Hay dos momentos que me parecen los más estimulantes: el primero, el descubrimiento del título. El flechazo que hace que te enamores de él y que quieras que forme parte de tu catálogo. Cuando descubres un texto magnífico y de repente lo ves claro, sabes que lo puedes recomendar, que lo puedes hacer crecer, que puedes hacerlo llegar a los lectores. Ese momento, antes de comenzar a buscar los derechos, a construir el libro y casi hasta a venderlo, es impagable. Por otro lado, adoro el momento en que, con nuestro diseñador, Daniel Matías buscamos los motivos de portada. Varias veces he dicho que soy incapaz de comprarme un libro feo. Para mí el libro no solo es el texto, sino el objeto bello en que este se plasma. El libro, como artefacto y como idea puede hacerse desganadamente o bien ser elegante, armonioso, bello. Preferimos que, por respeto al autor, al lector, al librero, el libro esté cuidado. A veces la búsqueda del motivo de cubierta se alarga días o semanas, y se convierte en cierto modo en algo agónico, en plan prueba y error. Pero cuando hallamos la imagen perfecta la alegría es máxima. Tenemos sensación de que hemos hecho bien nuestro trabajo. Luego viene la parte de la comercialización, que me parece menos sugerente a todos los niveles. Personalmente la considero una labor más farragosa, más aburrida y menos ‘vocacional’. Puedo decir que me siento más cómodo eligiendo libros y diseñándolos que vendiéndolos (por mucho que luego los libros de Impedimenta funcionen bien, algo que nos alegra).

¿Qué libro/libros has publicado que hayan pasado injustamente desapercibidos?
En el catálogo de cualquier editor siempre hay títulos que, quizás porque son más puramente literarios llevan sin querer en su ADN el gen de lo minoritario. Libros exquisitos que uno adora pero que, inevitablemente, tienen un público muy limitado. Destacaría dos:
Amor de Artur del gallego Xosé Luis Méndez Ferrín, un libro que marcó mi primera juventud cuando lo leí en su lengua original y que publicamos traducido al castellano muy al principio, en 2009, con una portada de Frank Cowper Cadogan. El admirado
Constantino Bértolo lo consideraba uno de los mejores libros de la literatura peninsular del XX, y para mí era el mejor sin duda. Un libro delicadísimo, de estilo frondoso, densísimo y muy poético, muy influyente en generaciones enteras de escritores gallegos, de una altura literaria enorme, de una tremenda belleza. Desafortunadamente, hemos logrado vender, pasados los años, apenas unos pocos cientos de ejemplares y aunque yo lo sigo recomendando (para alegría de amigos poetas y libreros exquisitos), las ventas son las que son y eso me pesa.
Por otro lado, Diarios del agua del escritor y naturalista inglés Roger Deakin. Es una espinita que tengo clavada porque tratándose de un libro apasionante, muy ameno, un clásico del género nature writing de las últimas décadas, no logramos transmitir su importancia al lector. Deakin, un tipo peculiar, documentalista, escritor, que vivía en un caserío rodeado por un foso de agua en Suffolk, remedando al ‘nadador’ del relato de Raymond Carver, decide recorrer Gran Bretaña a nado (varias veces se mete en líos y está a punto de morir en las Hébridas), y en este libro documenta su viaje por los ríos, pozos y mares británicos. Acompañábamos a la edición un completo mapa de baños sobre un mapa de la isla de Inglaterra. Aprovechando que en breve publicaremos su libro póstumo, Wildwood, en el que narra sus viajes por los bosques más antiguos del mundo, intentaremos relanzar el título. Está en nuestro código genético darle todas las oportunidades del mundo a los libros que adoramos.

¿Y un título por el que has luchado por publicar del que te sientas especialmente orgulloso?
Podría hablar de aquellos libros que han marcado nuestro catálogo y lo han hecho crecer: Solenoide de Cartarescu, o El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes de Tatiana Tibuleac. O La librería de Penelope Fitzgerald. Pero se trata de títulos que no nos costó demasiado contratar, bien porque el autor formaba parte ya de nuestro catálogo, como en el caso de Cartarescu o porque se trataba de una primera obra, como en el caso de Tibuleac y ahí la apuesta (la de la autora y la del editor) era más bien mutua.
Así que si hablamos de ese título que nos costó contratar y que al final salió bien, pensaría quizás en A lo lejos del argentino afincado en Nueva York Hernán Díaz. Se trata de un western crepuscular, ambientado en la California de la Fiebre del Oro, que narra la historia de un inmigrante sueco, Håkan Söderström, conocido como «el Halcón», que emprende una peregrinación imposible en dirección a Nueva York, sin hablar el idioma, en busca de su hermano Linus, a quien perdió cuando embarcaron en Europa. Es un libro atmosférico y maravilloso, lleno de silencios, que abarca muchas décadas y que me recordó mucho cuando lo leí a las Aventuras de Jeremiah Johnson. Recuerdo que fue especialmente complicado de contratar, porque la agencia nos apretó hasta el límite, no en el adelanto, sino en convencerles de que Impedimenta tenía la suficiente entidad para poder publicar un libro así (finalista del Pulitzer y del PEN/Faulkner y escrito originalmente en inglés). Finalmente la apuesta salió bien y vamos ya por la cuarta edición del libro.
¿Cómo se prepara Impedimenta para Frankfurt 2022?
Tras dos años y medio de pandemia y una última edición que no acabó de ser presencial del todo, y que tuvo mucho de virtual, afrontamos Frankfurt con muchas ganas. España este año es el país invitado y creo que es un momento clave, porque se pondrá el foco en nuestra industria. Me parece importante que no se ponga ese foco solamente en los autores, que son una parte clave de la apuesta del país, sino también en el tejido editorial. España es el segundo país en producción de
libros en papel en toda Europa (el quinto si incluimos el libro electrónico) y tenemos un mercado potencial de 500 millones de lectores. En cuanto a Impedimenta, no somos una editorial ‘vendedora’ de derechos, compramos mucho más que vendemos, pero eso no quita para que podamos intentar dar a conocer mejor nuestra marca de cara a las editoriales y agencias extranjeras, aprovechando que somos país invitado.