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Irene Reyes Noguerol: «Tardo bastante en empezar a escribir porque no me siento cómoda enfrentándome a una página en blanco»

Irene Reyes Noguerol: «Tardo bastante en empezar a escribir porque no me siento cómoda enfrentándome a una página en blanco»

Irene Reyes Noguerol ha sido la seleccionada más joven del número 23 en español de Granta: Los mejores narradores jóvenes en español, 2.


«Es importante dar a conocer personas que incluso para nosotros han sido descubrimientos, como la jovencísima escritora Irene Reyes Noguerol», nos comentaba Valerie Miles, editora de Granta.

Hablamos con esta joven escritora, autora de De Homero y otros dioses (Maclein y Parker, 2018). Irene Reyes Noguerol nació en 1997, en Sevilla. Estudió filología española en la Universidad de Sevilla. Publicó su primer libro en solitario a los 18 años: Caleidoscopios. Su siguiente libro fue De Homero y otros dioses, con el que llegó a Granta.

Reyes Noguerol es otro ejemplo de ser joven y tener un futuro brillante, ya que con tan solo 25 años ha sido seleccionada en el número 23 de Granta. Los mejores narradores jóvenes en español, 2. Que también se publicaría en inglés en su numero 155.

¿Cómo contactaron contigo para aparecer en la edición de Granta? ¿Tuviste que hacer algo para pasar la preselección? 

Mi familia, que siempre ha confiado en mí más que yo misma, me animó a enviar mi libro, De Homero y otros dioses, cuando Granta abrió el plazo de recepción de manuscritos. Un tiempo después, estando de vacaciones, Valerie Miles me contactó por correo para comunicarme que podía estar dentro de la preselección. Nunca habría imaginado que tendría la oportunidad de aparecer en la edición junto a tantos compañeros a los que he leído y admiro. Soy una persona muy realista y, teniendo en cuenta la cantidad de autores talentosos que hay actualmente en lengua española, me parecía algo imposible.

Después de la preselección, me pidieron que escribiera un texto que, si cumplía con el nivel del número, estaría en la selección final, ¡y hubo suerte! Me dieron la libertad de poder escribir sobre lo que quisiera, algo que me parece fundamental, porque no me sentí limitada en ningún momento. Sí tuve que estar bastante tiempo dándole vueltas a la historia que me interesaba contar, por supuesto, pero no tenía que ver con ninguna presión externa, sino con que quería que en el número quedara un texto representativo de mi estilo y de mi forma de entender la literatura. Como me interesan mucho las relaciones familiares, la perspectiva infantil y las narraciones tradicionales, se me ocurrió una especie de cuento de hadas invertido en que la voz del narrador se mezcla con la de una niña que convive con el trastorno de personalidad de su madre, a quien adora y teme al mismo tiempo. El final de las vidas de Sylvia Plath y Anne Sexton supuso una influencia importante para la construcción del relato y de los vínculos entre los personajes. Además, como siempre procuro comprender la creación literaria  como un ejercicio de empatía, quise destacar lo horrible de una tragedia de este tipo, pero también la visión más amable de una familia que, a pesar de las dificultades que conlleva una enfermedad mental como esta, sigue reafirmándose en el amor y la ternura, aun con todas sus aristas.

Les agradezco enormemente a Valerie y al jurado que pensaran en mí para un proyecto como este, ha sido uno de los regalos más especiales que me ha traído este 2021. Son ellos quienes saben mejor que nadie cómo ha sido el proceso y las etapas que ha tenido, así que yo solo puedo hablar de mi propia experiencia.

«El final de las vidas de Sylvia Plath y Anne Sexton supuso una influencia importante para la construcción del relato y de los vínculos entre los personajes».

¿Cómo son tus procesos de escritura? ¿Difieren mucho del resultado del texto pensado para Granta?

Tardo bastante en empezar a escribir (en el sentido de redactar) porque no me siento cómoda enfrentándome a una página en blanco sin un plan concreto; no sistematizo el trabajo literario sentándome con regularidad día tras día a intentarlo, sino que lo pienso todo mucho antes de reflejarlo en el papel. Suelo empezar reflexionando sobre el tema que quiero tratar y, especialmente, sobre las sensaciones que me gustaría transmitir y el estilo con el que me interesa mostrarlas. Los temas son finitos, y, como testigos de la tradición, repetimos los mismos asuntos desde hace siglos, pero es la forma lo que permite que la literatura sea algo vivo y que continúe evolucionando sin trabas. Partiendo de un ambiente o de un detalle concreto, comienzo a perfilar lo que terminan siendo más escenas que relatos, porque no creo que pueda inscribirme dentro de la narrativa pura; me gusta acercarme a los límites entre la narración, la lírica y el teatro, de manera que muchos de mis textos no «cuentan» nada, sino que dejan hablar a los personajes sobre sus recuerdos, sus esperanzas y sus vidas.

Una vez que tengo más o menos clara la dirección que quiero tomar (el proceso más largo, en mi caso), me siento a escribir. Para no perder la sensación del clima que trato de crear, intento que no pase demasiado tiempo entre una sesión de redacción y otra. Por el modo en que planifico los textos, parte del proceso de corrección se realiza mentalmente, antes de plasmar nada por escrito o poco a poco, con cada frase.  Me resulta más natural hacerlo así que escribirlo todo de una sentada y luego tener que llenar los relatos de correcciones. Como es lógico, este último proceso es esencial y me lleva más tiempo que lo anterior porque soy muy minuciosa y me fijo mucho en los ritmos y sonoridades, pero creo que el hecho de corregir se puede escindir en esta etapa final y en un proceso que se lleva a cabo mientras se está escribiendo.

El texto para Granta surgió así, y, con la ayuda de Valerie, sus consejos y el trabajo que ha hecho con este número, llegó a su versión definitiva. Como he comentado, me resulta difícil escribir narrativa, pero, como lo que se pedía eran cuentos o fragmentos de novela, me ayudó mucho a la hora de anclar la trama, la estructura y las acciones de los personajes. No podría estarle más agradecida.

Para este número buscaban personas que rompieran la tradición del lenguaje pero a través de la propia tradición de la literatura, ¿Cuál es el peso de la tradición dentro de tu obra? ¿En qué sentido la trasgredes?

La tradición pesa muchísimo en lo que escribo. Por eso, De Homero y otros dioses, el libro que fue preseleccionado por la revista, pretendía ser un homenaje a la literatura desde los tiempos de los aedos griegos y una reivindicación de su influencia en el mundo actual. Creo que, en esencia, nuestras pasiones, tristezas y alegrías siguen siendo las que eran hace milenios, y la tradición permite que hoy podamos comprobarlo. No entiendo los enfrentamientos ni los rechazos a una cultura que se nos ha legado como un tesoro y una muestra infinita de humanidad, así que, en este sentido, no me considero muy transgresora, no tengo intención de matar a ningún padre.

Sin embargo, sí me parece importante, por ejemplo, reconocer el valor de lo híbrido en la literatura actual. Disfruto leyendo lo que solemos llamar géneros puros, pero, al escribir, tiendo a mezclarlos porque no comprendo las separaciones tajantes en el siglo XXI. Creo que es momento de insistir en ello, de dejar de interpretar la hibridez como algo imperfecto o corrompido, de buscar la belleza que existe en las formas mixtas.

«Me resulta difícil escribir narrativa, pero, como lo que se pedía eran cuentos o fragmentos de novela, me ayudó mucho a la hora de anclar la trama, la estructura y las acciones de los personajes».

Según Valerie, tanto Andrea Abreu como tú (las más jóvenes de la selección) tenéis un gran estilo en la escritura al dejar a un lado el lenguaje común para llevar el costumbrismo y los acentos, digamos, al papel. En el caso de Abreu es algo que ha sido alabado al igual que criticado (aunque por menos gente) por llevar el habla canaria a la península y al resto de países. En el caso del andaluz, ¿cómo se vive esto?

Respeto y admiro mucho lo que ha conseguido Andrea; su libro me maravilló desde la primera página y me alegró que coincidiéramos como compañeras en la selección de Granta. En una charla que tuvimos en el Hay Festival de Gales, comentábamos con Cristina Morales la tristeza que nos produce que modalidades lingüísticas tan ricas como el canario o el andaluz se hayan visto siempre relegadas a un segundo plano. No podemos seguir defendiendo un español neutro o estándar porque es absurdo, en el inmenso territorio que ocupa nuestra lengua no hay un centro del que parta una norma absoluta. El andaluz, especialmente en España, continúa siendo muy desprestigiado e incluso mal visto en ciertos ámbitos, como si Andalucía no hubiera sido la cuna de artistas brillantes desde hace siglos o como si, por nuestro acento, no se nos pudiera tomar en serio. Es algo duro porque estamos acostumbrados desde niños a que esa sea la visión que se tiene de nosotros desde fuera, por lo que creo que es aún más importante resaltar las virtudes de nuestra habla y llevarla a la literatura para devolverle su prestigio y demostrar que es tan válida como cualquier otra.

«Las normas que exigimos y los juicios que emitimos influyen en el entorno literario, en el alcance e influencia de la escritura. Y se juzga comparando. ¿Estos escritores han sido seleccionados por sus voces singulares y por su oído excepcional porque a nosotros, como jurado, nos gusta este tipo de narradores? ¿O es que se trata más bien de una tendencia de la narrativa actual? Es difícil saberlo en estos momentos con seguridad. No hay nada nuevo en poner el acento en los aspectos sonoros: pensemos en narradores como Cabrera Infante, Rulfo o Arlt. Pero llama mucho la atención que tantos escritores menores de treinta y cinco años prioricen, en esta selección, la sonoridad por encima del significado». Introducción al n.º 23 de Granta, publicado en Candaya, escrita por Valerie Miles.

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