
¿Es posible escapar del «adultocentrismo»?

Mafalda |© QuinoLa literatura infantil la escribimos los adultos. Adultos que pensamos como grandes y tenemos una imagen adulta de lo que es, debe ser o nos gustaría que fuesen los niños. Lo queramos o no es imposible escapar de nuestro «adultocentrismo». Hay quienes necesitan libros para 5 años que trabajen «la desobediencia, las malas miradas y las contestaciones…». Esto es bastante común. Existe una larga tradición y una abundante oferta de títulos que se centran en este mercado (con alguna obra excepcional verdaderamente valiosa). Sin embargo, nuestras necesidades adultas pedagógico-literarias-aleccionadoras en ocasiones llegan a tal exageración que demandamos obras realmente exóticas. Un par de ejemplos tomados de un concurrido grupo de Facebook: «Tengo un niño de 4 años que le gusta pintarse las uñas y ayer vino del cole muy disgustado porque una niña le había dicho que los chicos no se pintan las uñas. Sabéis de algún cuento, para explicarle que si a él le gusta, que lo siga haciendo». «Mi niña de 29 meses nunca ha ido a la peluquería ya que nació con 4 pelos y medio y ahí se quedó…. Hasta ahora que le está creciendo de golpe. Le he insinuado la idea de ir a la peluquería a cortarse el pelo, pero cada vez que saco el tema acaba en berrinche. ¿Conocéis algún cuento sobre esta temática que pueda ayudarnos?». Vale la pena preguntarse por qué está tan extendida esta visión instrumental de la literatura infantil y en qué medida puede (o no) tener parte de la responsabilidad en el odio por la lectura que muchos chavales profesan. Seguro aquí hay un interesante debate. Sin embargo, lo que en esta ocasión me gustaría plantear es un tema que desde hace mucho tiempo me obsesiona: ¿qué imagen de la infancia transmiten los libros para niños? y ya como editor, ¿qué imagen (o imágenes) de la infancia queremos ofrecer a nuestros lectores en los libros que publicamos (y publicaremos)? Babar | © Jean de Brunhoff Barcelona: Blackie Books, 2017. El investigador canadiense Perry Nodelman sostiene que los adultos le transmitimos a los niños un conjunto complejo y contradictorio de imágenes de la infancia. Estas imágenes casi nunca son conscientes ni evidentes y se expresan en nuestra forma como nos relacionamos con los chavales y respondemos a sus demandas. También se aprecian en las representaciones infantiles que aparecen en la televisión y en el cine, en los anuncios publicitarios, en los libros (infantiles o no), en los alimentos para niños, en la ropa, en las palabras de los políticos, entre otros. Lo central en el planteamiento de Nodelman es que es justamente a partir de estas imágenes adultas que los niños aprenden a ser niños. El tema merecería mayor desarrollo, sin embargo es bastante fácil comprender su significado y alcance, por ejemplo cuando analizamos las imágenes infantiles que están detrás de los dos ejemplos que hemos citado de Facebook. ¿Qué nos dicen ellos de los chavales a los que hacen de referencia?, ¿estamos de acuerdo con esta concepción de la infancia?, ¿qué implicaciones tiene que los primeros lectores se relacionen con libros que buscan inculcar en ellos comportamientos adaptados a las necesidades de los adultos? Esta imagen del niño y de la literatura infantil nos resulta además de ajena, nociva. Quizás es por ello que nos preguntamos: ¿qué imagen de la niñez estamos ofreciendo a nuestros lectores en Ediciones Modernas El Embudo? No se trata ni de una cuestión retórica ni de una ocasión para el autobombo, más bien es un tema que nos cuestiona e interesa. Partamos de un hecho: así como hay libros que buscan (y consiguen) que el niño se adapte al mundo adulto, que asimile sus valores y sea funcional, creemos que también puede haber una literatura infantil no directiva que exige del lector una respuesta activa y le ofrece una experiencia abierta a diversas interpretaciones y significados. Este segundo modelo es el que nosotros perseguimos y del cual intentamos formar parte. Así soy yo | © Ediciones Modernas del Embudo Tomemos, por ejemplo, el último título que hemos publicado, Así soy yo. Sus páginas recogen un conjunto de frases de una niña de tres años, seleccionadas e ilustradas por su madre. Hay preguntas, reflexiones, comentarios, deseos, quejas… La observación atenta del adulto, Juliana Salcedo no solo nos ofrece una serie de estampas tiernas, graciosas, absurdas o muy lógicas de su hija, sino que, especialmente, constituyen un valioso testimonio de los esfuerzos de la niña por comprender el mundo que le rodea. Más que un bonito regalo para mujeres embarazadas, maestras de preescolar o abuelos, esta pequeña crónica es un llamado de atención para que advirtamos la complejidad del pensamiento infantil y el reto que constituye comprenderlo. En ese sentido, se trata de un libro cuya lectura puede ser especialmente provechosa para los adultos que nos resistimos al «adultocentrismo». Además, es una obra con moraleja implícita: hay un llamado de atención sobre lo importante y enriquecedor que puede llegar a ser escuchar a nuestros niños.