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Entre Kabul y Pompeya

Entre Kabul y Pompeya

En breve aparecerán las piras de libros, las bibliotecas cerradas y el silencio en las imprentas. Va a ser en Kabul, en Jalalabad y en otras ciudades de Afganistán. Ese fuego es una alarma que alerta sobre el peligro de la libertad. Los libros son también un objetivo porque son voces que se escuchan con persistencia en el tiempo.

En nuestro sector, acostumbrados a hablar del libro en datos, tendencias y oportunidades, a veces se nos olvida que tratamos con uno de los símbolos que mejor representa la libertad que defiende nuestra sociedad. La libre circulación de  ejemplares, las campañas de fomento de la lectura, la multiplicidad de editoriales de distinto criterio, todo ello conforma un símbolo que asumimos como cotidiano, como si nos olvidamos de la belleza del rostro de la persona que amamos.

Precisamente ahora El infinito en un junco, de Irene Vallejo se ha convertido en un imparable éxito de ventas (y seguro que también de lecturas). Un libro que habla sobre el libro, su historia y lo que ha representado en la cultura occidental —con sus propias piras, bibliotecas quemadas y una denigrante censura—. Su editorial, Siruela ha marcado otro éxito con el libro Umbrales de Óscar Martínez, quien repasa arquitectura y arte con la sugerente propuesta de descubrir las distintas puertas que han simbolizado y conducido la plasmación del pensamiento humano. Cada libro es también una puerta, un umbral, que nos conduce libremente a «un jardín de senderos que se bifurcan». Por esa razón el pensamiento único quiere acabar con ellos.

Mientras se forman las piras en Oriente, en la vecina Italia, el nuevo director de las excavaciones de Pompeya y Herculano se ha propuesto el objetivo de descubrir una de las bibliotecas sepultadas por la ceniza. Nuestro trabajo no consiste en mirar solo hacia delante, sino también hacia el pasado, que conserva intacto el conocimiento que nos es familiar ahora, como cuentan Irene Vallejo y Óscar Martínez. Recuperar la memoria —el trabajo que conocemos los filólogos­— para vernos  en ella, con aciertos y defectos, en ese espejo que es el libro, el rostro que debemos volver a ver brillar como el día que nos enamoramos de él.

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