Seleccionar página

Deseos para el Nuevo Año de Alejo Cuervo

Deseos para el Nuevo Año de Alejo Cuervo

Alejo Cuervo nos envía sus mejores deseos de Año Nuevo y sus propósitos: «Aspiramos a seguir editando buenos libros de género fantástico un año más. Nos define nuestro eslogan, el respeto por los géneros, y desde los inicios perseveramos en subir el nivel de calidad de nuestro trabajo. La lectura de un buen libro bien editado es una experiencia gratificante que contribuye a mejorar la vida, a ampliar nuestra visión del mundo y de la propia naturaleza humana… la labor es dulce.»

Los buenos deseos para todo el mundo al estrenar año se dan por descontados, y desde Gigamesh le deseamos lo mejor a todo el mundo todo el año, todos los años. Por nuestra parte aspiramos a seguir editando buenos libros de género fantástico un año más, año tras año. Nos define nuestro eslogan, el respeto por los géneros, y desde los inicios perseveramos en subir el nivel de calidad de nuestro trabajo. La lectura de un buen libro bien editado es una experiencia gratificante que contribuye a mejorar la vida, a ampliar nuestra visión del mundo y de la propia naturaleza humana, a enriquecernos como personas. La lectura es una experiencia trascendente, pues nos deja huella y nos forma. En Gigamesh deseamos aportar nuestro granito de arena a la cultura. En estos días, en los que el fantástico gana respeto y aceptación en ámbitos cada vez más amplios, la labor es dulce.

«El año pasado tomé una decisión drástica: decidí romper con las fórmulas de comercialización tradicionales y con la pretensión de estar presentes en los puntos de venta más habituales del libro. A cambio de las molestias, los clientes tienen acceso a nuestro fondo a precios más asequibles.»

 

El año pasado tomé una decisión drástica: decidí romper con las fórmulas de comercialización tradicionales y con la pretensión de estar presentes en los puntos de venta más habituales del libro. Pese a éxitos desproporcionados del pasado, Gigamesh es una editorial pequeña, y, como a muchas editoriales de nicho, la tremenda proliferación de la oferta (en todos los ámbitos del ocio) provoca que nuestros libros tengan poco visibilidad y todavía menos permanencia en los circuitos tradicionales. De perdidos al río, hemos abrazado la venta directa y nos hemos puesto en manos de Internet: ahora vendemos en exclusiva a través de la red y en nuestra librería. A cambio de las molestias, los clientes tienen acceso a nuestro fondo a precios más asequibles.

El cambio de política nos obliga a llevar una actividad guerrillera en las redes y a dar a conocer el catálogo y las novedades por nuestros propios medios. Cualquiera que lea esto y desee que le informemos regularmente de qué se cuece en las calderas del crucero espacial Gigamesh puede suscribirse a la gigamesh.com/newsletter/. Y si se anima a contactarnos, puede aprovechar nuestros servicios como libreros especializados. Contamos con el fondo más extenso de libros de género del país, tanto novedades como títulos descatalogados. Tenemos un buscador que informa de la disponibilidad de cualquier título en tiempo real, busqueda.gigamesh.com y ¡hasta atendemos por WhatsApp!

Los libros que retiramos del mercado los estamos volviendo a ofrecer en pequeñas dosis (a veces no tan pequeñas), junto a exquisitas novedades. La campaña arrancó a principio de noviembre con Las aguas de Versalles, de Kelly Robson, la historia de una ondina en la corte de Versalles y el libro más cuqui que hayamos publicado nunca. A la vez, recuperamos otros títulos de Gigamesh Breve: los de los hermanos Strugatski, a Roy Lewis y Por qué me comí a padre (por cierto, nuestro rendido agradecimiento a Juan Luis Arsuaga por recomendarlo en La vida contada por un sapiens a un neandertal), y las antologías de los mejores cuentos del año.

También en noviembre, volvió a estar disponible la trilogía fantástica más original y brillante que ha dado el panorama nacional: Los ojos bizcos del sol, del inconmensurable Emilio Bueso. Junto con la edición en bolsillo de los tres libros y la personalísima adaptación al cómic de Jordi Pastor del primero de ellos, Transcrepuscular. Y, para acompañar, todo el fondo de cómic, pequeño pero con otro buen puñado de joyitas.

Estrenamos diciembre con un delirio lovecraftiano chispeante de humor, Currículum con monstruos, de William Browning Spencer. ¿Alguien dijo que el terror cósmico y el humor eran incompatibles? Y lo despedimos con La enciclopedia galáctica, guía de lectura del ciclo de los robots y las Fundaciones, y homenaje a la figura de Isaac Asimov, que nos enseñó aquello de que «la violencia es el último recurso del incompetente», mal que le pese a Trump. Y recuperamos a Anne R. Dick y a Ursula K. LeGuin en la colección de ensayo, y a Robert Holdstock y a Daryl Gregory en Gigamesh Ficción.

Oh, y Slan, de A.E. van Vogt, el pequeño clásico de la ciencia ficción que inauguró la colección Gigamesh Club. Hay planes de continuidad con Harry Harrison y una serie juvenil de fantasía de Tamora Pierce, por cierto. En algún momento de este año.

En el fondo, la vocación de editar consiste en eso, en descubrir lecturas placenteras e interesantes y en atreverse a compartirlas. ¿Mis deseo personal? Seguir encontrando lectores para ellas.

 

Durante los meses de enero y febrero, y para recuperarnos de excesos, ofreceremos de nuevo y por etapas la totalidad del fondo de bolsillo, Gigamesh Omnium, y presentaremos dos jugosos paquetes de novedades. Primero, las antologías clásicas de terror Shock 1, 2, 3 y Ondas de shock, de Richard Matheson, maestro reconocido del gran Stephen King. Y a continuación cuatro libros de relatos de George R.R. Martin, que completan la colección de seis dedicada al autor de Juego de tronos, una secuencia historicista que abarca toda su carrera en el género.

En marzo, gran estreno: Furias desatadas, la impresionante conclusión del ciclo de Takeshi Kovacs, de Richard Morgan. El autor extrapola el presente neoliberalista que padecemos a un futuro feroz, que nos presentó con un envoltorio policíaco: Carbono modificado. En Ángeles rotos, su segunda parte, escenificó un escenario bélico en ese mismo futuro implacable, y en la conclusión conduce el discurso al plano político con el mantra inapelable presente en toda la secuencia: «si quieres justicia, haz que sea personal». El escritor británico es también el responsable de una demoledora puesta al día del 1984 de George Orwell mestizada con un futuro cercano a Mad Max: Leyes de mercado. En la colección de bolsillo.

Y llegamos a Un policía feliz, de Patricia Anthony, una novela que me ha vuelto a seducir mientras la corregía. Parte de la suposición de que Ronald Reagan pulsó el botón nuclear. Un pueblecito norteamericano lleva cinco años viviendo tras la Línea, una barrera que los ha preservado del desastre gracias a la intervención de unos misteriosos extraterrestres, los torkus. Se sabe poco de ellos: son relativamente pequeños, blanditos y la piel les cambia de color según el estado de ánimo. Proveen a los habitantes del pueblo de sus necesidades reponiendo los comercios locales. El dinero ha dejado de tener sentido, pero quien más quien menos continúa con la rutina habitual, incluyendo al policía protagonista. La novela arranca con el descubrimiento de un asesinato y es, de nuevo, un policíaco, pero en este caso con un sabor tremendamente dickiano: personajes enfrentados a un proceso de descomposición de la realidad y retratados con planos íntimos y cotidianos. Elabora entre líneas una concepción cuántica de la realidad que se filtra poco a poco desde el discurso de los extraterrestres hasta conducir a la resolución de la trama. Una novela, y una escritora, tan singular y brillante como poco conocida. Es un placer reivindicarla.

En el fondo, la vocación de editar consiste en eso, en descubrir lecturas placenteras e interesantes y en atreverse a compartirlas. ¿Mis deseo personal? Seguir encontrando lectores para ellas.

(foto de Cristina Macía)

Deja una respuesta