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De la receta bomba a la cosecha de tiempo

De la receta bomba a la cosecha de tiempo

«Deje el bote de leche condensada en la olla a presión durante 4 horas.» La receta para hacer dulce de leche se convirtió en las instrucciones para dinamitar una olla en tu cocina. El libro de cocina de Random House tuvo que retirarse del mercado tras haber vendido miles de copias durante seis meses. Fue un error que pasó desapercibido en la edición pero que costó miles de dólares australianos. Como aquel otro que recomendaba una plato de pasta condimentado con «black people» en vez de «black pepperoni», por lo que hubo que retirar los ejemplares para dejar de verse señalados por una acusación de racismo causada por una errata.

Que los correctores somos necesarios da cuenta la columna de Sofía Rodríguez. Y viene bien recordarlo porque esta semana comienza el 6º CICTE (Congreso Internacional de Correctores de Textos en Español) por lo que en estos días publicaremos la entrevista con Jaime Pinilla, presidente de Correcta, la asociación colombiana que organiza este año el encuentro en el marco de la FILBO.

Pocas veces se tiene en cuenta a estos profesionales desde el punto de vista del ahorro y de la inversión, sino más bien como una fase incómoda, lenta y con unos costes que parece que se pueden suprimir para que dejen de molestar. Veámoslo de otra manera:

Cuando los informes que aparecen cada mes dan cuenta de las perspectivas de futuro en el sector editorial, pensamos en la complejidad del desarrollo e implantación de nuevas tecnologías, en el coste de inversión en esos nuevos sistemas que optimicen gastos y que, con optimismo, recuperaremos con la fe que profesamos en los gráficos. Cuando pensamos en cómo rentabilizar nuestro trabajo —cómo conseguir que nuestros libros cuesten menos, que maximicemos su beneficio— también se piensa en cómo conseguir que nuestra vocación —infinita entre los profesionales de la edición— supla con tiempo lo que debería hacerse con un equipo más amplio. Esta es una solución con conflictos, que consume vocaciones y excelentes profesionales que acaban por desdeñar la edición como un trabajo donde realizarse y vivir dignamente. Los ahorros de costes y tiempos pueden venir de otro lugar: del uso correcto de la tecnología.

Un proceso de corrección digno, con su corrección previa de estilo y la posterior de pruebas (o mejor aún: las posteriores) puede culminarse con eficacia con las herramientas digitales de las que disponemos desde hace décadas: no es necesario invertir en nuevos programas, sistemas o equipos. Las correcciones de los originales con Word —usando Buscar y Reemplazar avanzado, o las macros de limpieza automática— pueden reducir los tiempos de corrección significativamante. Las revisiones con InCopy —donde también se pueden usar herramientas de búsqueda avanzadas, iguales a las de InDesign— simplifican aún más estos tiempos. Y para las últimas correcciones, en el malogrado pdf, se pueden volcar en maqueta todos los cambios señalados —sin andar perdiendo el tiempo cotejando en pantalla dónde está la marca y la corrección que añadir—. Pero esto solo se logra cuando editor y corrector sean capaces de aparcar la tradición de dibujar marcas y llamadas, para seguir el procedimiento de control de cambios o Comentarios, como lo llama Adobe.

He visto ahorros de entre un 40 y 50% de los tiempos de corrección cuando se sigue el método digital y se aparca el trabajo con papel. Una cosecha de tiempo inaudita en un sector estresado. Adoptar este sistema de trabajo representa un ahorro necesario y esencial: una decisión más sabia que el recorte de tarifas de los profesionales. Por ello, en este momento en el que llega el 6º congreso de correctores, conviene recordar el papel de nuestros correctores: la necesidad de invertir para mejorar este procedimiento en cada editorial, en mejorar su formación, integrando la corrección en los sistemas y los equipos, actualizándose para dar, aquí también, el salto a lo digital.

Para que nuestros libros sean rentables y se ajusten a las mejores perspectivas de los informes, es imprescindible no perder nunca de vista este trabajo esencial, de base, común al libro de papel, al ebook y al audiolibro: el control de calidad del texto; una labor artesanal y digital que conducirá a los consumidores —­los lectores— y críticos a recomendar o no su compra, y sobre todo, su lectura.

Más:

Para los suscriptores interesados en saber algo más del trabajo de corrección, pueden descargarse gratuitamente el libro La mano invisible: confesiones de un corrector iconoclasta, de Antonio Martín, editado por el CSIC

Sobre el Autor

Antonio Martín

Co-fundador de Publishnews.es De formación hetorodoxa entre letras y comunicación, fundó Cálamo & Cran en 1997, el centro de formación para editores, correctores y traductores. Es uno de los cuatro miembros del grupo Palabras Mayores, divulgadores del lenguaje. Ha escrito algunos libros y artículos sobre todo ello. Es un profesor entregado y ameno, lo que le ha llevado a impartir cursos en distintas universidades españolas y americanas. El mundo del libro le gusta tanto como las croquetas.

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