
David Felipe Arranz: «El libro en papel no va a desaparecer jamás»

David Felipe Arranz: «El libro es un mensaje en una botella que lanzamos al mar del olvido y que seguirá flotando».
El pasado 1 de junio, la Comisión de Pequeños Editores de la Asociación de Editores de Madrid entregó los Premios Bibliodiversidad 2023. Los premios reconocen a las instituciones, medios de comunicación y personalidades que apoyan la edición independiente. Uno de los galardonados fue David Felipe Arranz, director del programa de radio El Marcapáginas, quien recibió el Premio Bibliodiversidad «por su enconada defensa y promoción de la labor de cientos de pequeñas editoriales, haciendo visibles no solo sus libros, sino entrevistando y dando a conocer los nombres propios que hay tras este oficio, digno de reconocimiento social.» Partiendo de esta base quisimos saber un poco más sobre su motivación para difundir la cultura, centrándose en el sector del libro, durante más de dos décadas.
Te han galardonado con el Premio Bibliodiversidad por tu continua labor de difusión del trabajo que hay detrás de esos libros que leemos. ¿Cómo recibes este premio?
Con mucha ilusión, porque me lo entrega la Asociación de Editores de Madrid, los propios editores, artesanos del libro que batallan y se sacrifican para que podamos disfrutar de tanto conocimiento y de títulos tan extraordinarios como los que se editan en nuestro país. Y el mensaje que me dan, que nos dan, es claro: hay que seguir en la trinchera cultural y mediática, cueste lo que cueste, aunque seamos pocos. El apoyo a la literatura desde las tribunas mediáticas es verdaderamente indispensable. Además, la estatuilla, que ha diseñado el escultor leonés José María Morla representa a Quevedo sujetando con ambas manos el clavel y la rosa y jugándose el pescuezo ante la reina Isabel de Borbón, que me representa en lo personal, es mi referente literario y al que dedico gran parte de mis investigaciones académicas. Gracias al presidente de la AEM, Manuel González Moreno, a su vicepresidente, el editor y escritor Paulo Cosín, y al más de un centenar de editores que me votaron. Les estoy muy agradecido.
Tu programa de radio El Marcapáginas es el que te ha permitido poder dar a conocer a editoriales más pequeñas y a trabajadores que han tenido un altavoz gracias a este espacio. ¿Recuerdas alguna anécdota que siempre se te venga a la cabeza de estos 23 de emisión?
Recuerdo como si fuese hoy y nítidamente la primera vez. Me acababa de licenciar en periodismo por la Universidad Carlos III de Madrid y fui a ver a mi maestro César Antonio Molina, por entonces director del Círculo de Bellas Artes, persona cultísima y trabajador infatigable, con el proyecto del programa. Para mi sorpresa, me dijo que empezara a la semana siguiente en Radio Círculo, la emisora que había creado, porque a él le encantaba como a mí la difusión masiva de la cultura, el poder enriquecer el mundo de los medios con el periodismo cultural. Fueron momentos preciosos que llevo siempre en mi corazón. Otra vez, en la transición de una emisora a otra, en enero de 2016, llevé una mariscada y champán francés para celebrar y el director y los periodistas de la emisora, que no daban crédito, se unieron a la fiesta y fue muy bonito, una hora antes de entrar en directo. Hice el programa muy ‘contento’. Me dijo el técnico en plena emisión: «es la primera vez que veo entrar unos percebes gallegos en la emisora» y no podía parar de reír. Episodios de risa irrefrenable en directo he tenido varios y acabo llorando literalmente y he de poner música o anuncios, porque disfruto mucho con el sentido del humor, me parece indispensable para vivir. Y en junio de 2018 la concesión de la Antena de Plata supuso un apoyo muy importante en un momento difícil en que mis fuerzas flaqueaban y yo estaba a punto de tirar la toalla, porque este programa lo hago solo y hay veces, la verdad, en que no encuentro las fuerzas porque es solo una parte de mi vida profesional, afortunadamente. Si no, estaría viviendo debajo de un puente.
En tu intervención en el acto de entrega de los premios destacaste el libro en papel como algo fundamental. Con una tecnología que va cambiando nuestro día a día. ¿Cómo ves el futuro del libro?
El libro en papel no va a desaparecer jamás, es el artefacto cultural más resistente y milagroso que existe, de consumo popular y asequible a todos niveles educativos y de bolsillo. Ni siquiera el cine ofrece tanta resistencia, porque a comienzos del siglo XX e incluso en la década de los años veinte se perdieron cientos de películas en los Estados Unidos y en Europa, cintas de las que solo nos quedan las referencias de producción o la cuenta de gastos y de contratación. El libro es un mensaje en una botella que lanzamos al mar del olvido y que seguirá flotando, es lo que quedará cuando, como tituló Agustín Díaz Yanes, ya nadie se acordará de nosotros cuando hayamos muerto. No tengamos ninguna duda de que seremos polvo enamorado, como decía Quevedo, pero esas cenizas tendrán algún sentido gracias al libro. Fíjate en estos 23 años de emisión: la mayoría (todas) de emisoras han destruido las copias de El Marcapáginas cuando he cambiado de medio, no solo de mi programa, sino de casi todos los espacios. No somos amigos de cuidar lo nuestro: al contrario.
De todas las actividades que se organizan dentro de la cadena de producción del libro, ¿cuál te despierta mayor admiración?
La de los autores, el origen, la ilusión, la confianza frente al papel en blanco, las dificultades para buscar las palabras y trasladar las ideas al procesador de textos, y el trabajo después con el editor, que es como modelar la obra final. Es el tándem fundamental. Luego viene todo lo demás, pero para mí el origen está en la mente humana y en la poesía de la escritura, ese raro milagro que aún nadie sabe explicar.
¿A cuál reto en el corto plazo crees que se enfrenta el sector del libro?
El libro en papel seguirá siendo el mismo otros quinientos años más y cuando la especie humana se extinga, un viajero espacial de otros mundos desempolvará los restos de mi biblioteca y me conocerá cómo fui y sabrá de nosotros. Decía Gregorio Marañón que la biblioteca de un hombre es también su retrato, «y tan fino que no pueden igualarle ni los pinceles más exactos ni la pluma más penetrante y fiel del mejor biógrafo» o, como el maravilloso médico y científico pensaba, «son verdaderas huellas dactilares del espíritu, que permiten su exacta identificación». Otra cosa es la caída de los lectores jóvenes en el paso de la niñez a la adolescencia, por los cambios cognitivos y hormonales: ahí es donde hay que hacer el esfuerzo. Como profesor de Comunicación de la Universidad Carlos III de Madrid estoy muy preocupado por los últimos resultados del informe PIRLS, que acaba de revelar que nuestros alumnos no solo retroceden ‘significativamente’ en comprensión lectora desde 2016, sino que además muy pocos se sitúan en el grupo de lectores avanzados. Hay que volver la mirada a los grandes maestros: George Steiner, Gore Vidal, Umberto Eco, Roland Barthes, Harold Bloom… Ellos desde las páginas de sus ensayos nos seguirán guiando en el mundo del libro. Hay que dar la batalla y fomentar el sentido crítico, despertar emociones y tratar de que nuestros jóvenes sean cada día mejores y superen pequeños retos intelectuales, porque son maravillosos y son el futuro del país, que es ya presente.